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Botar el agua, no el bebé…

Sería un error frenar el proceso de movilidad e integración social que ha generado Ser Pilo Paga.

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No botar el bebé con el agua sucia de la bañera, aconseja la sabiduría popular. Ser Pilo Paga (SPP) tiene deficiencias que deben corregirse. Pero sería un error imperdonable terminarlo, pues ha permitido, por primera vez en nuestra historia, que los estudiantes más talentosos de familias de ingresos bajos tengan a universidades de calidad, estatales y privadas. Con ello: 1) ha facilitado que los pilos y sus familias transformen sus vidas, según sus propios testimonios; 2) ha estimulado el esfuerzo de muchos otros estudiantes y colegios públicos por mejorar, como lo demuestran investigaciones independientes y la opinión de los rectores; 3) ha contribuido a que las mejores universidades privadas y públicas sean menos elitistas; vale decir, a que cumplan su función pública.
En otras palabras, SPP ha desencadenado un poderoso proceso de movilidad e integración social en este país, tan desigual y excluyente, que tanto lo necesita. ¿A quién se le puede ocurrir acabar un programa con semejantes atributos, en lugar de mejorarlo para que sea aun más equitativo y requiera un menor uso de recursos públicos escasos?
Veamos las razones que esgrimen los críticos.
1) Que SPP les está quitando los mejores estudiantes a las universidades estatales. Falso. Las cifras muestran que más del 70 % de los estudiantes sobresalientes de estratos 1 y 2 no estaban accediendo a ninguna universidad.
2) Que el programa está beneficiando a muy pocos pilos del área rural y de regiones atrasadas. Cierto. Pero esto es fácil de resolver con cambios menores: cuotas mínimas para pilos de esas áreas y extensión de SPP a programas que tengan acreditación de alta calidad en universidades que, como instituciones, no la posean.
3) Que cuesta mucho por estudiante y con esos mismos recursos se podrían beneficiar más estudiantes pobres. Aunque es cierto que el programa tiene un alto costo por estudiante beneficiado, por la simple razón de que la educación universitaria de calidad resulta costosa, si se obligara a todos los pilos a ir a la Universidad Nacional, el programa sería aún más oneroso, ya que el valor es muy superior en ella que en las privadas más reputadas. Es verdad que hay algunas universidades públicas (y privadas) con menores costos, pero de baja calidad. ¿Lo que se quiere, entonces, es obligar a los pilos de familias pobres a ir a universidades de baja calidad? ¿Se trata de beneficiar a los estudiantes o a las universidades mediocres?
4) Que con los recursos asignados a SPP se podría resolver el déficit de las universidades públicas. Falso, como lo mostró hace unos días Óscar Sánchez, quien fue secretario de Educación de Gustavo Petro. El presupuesto de SPP es una fracción muy pequeña de ese déficit.
Si lo que se desea es ahorrar recursos del presupuesto nacional destinados a SPP para dedicarlos a otros fines, hay una solución que no requiere acabar con todo lo bueno de SPP: la corresponsabilidad. Las universidades privadas escogidas por la mayoría de los pilos podrían absorber una parte del costo, pues tienen fondos de beca-crédito y pueden movilizar recursos empresariales adicionales para este fin, a través de donaciones o fundaciones como Empresarios por la Educación. Y los propios beneficiarios podrían contribuir con una parte de sus mayores ingresos futuros.
La solución es el ‘todos ponen’ mockusiano: Gobierno, universidades privadas, empresarios, colegios públicos y pilos. Este sería un verdadero Pacto por Colombia. Duque debería convocar a los empresarios, las universidades y los pilos alrededor de este propósito nacional. Y la ministra Angulo, que conoce bien el sector, debe proceder con cabeza fría y no dejarse intimidar por los gritos destemplados de quienes quieren condenar a los pilos pobres a no educarse o confinarlos a un ‘apartheid’ educativo.
GUILLERMO PERRY

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