En 1980, en Estados Unidos, algunos observadores estimaban que los mensajes negativos en política representaban cerca del 20 por ciento de la comunicación de los candidatos. Se pudo apreciar que, en 1988, en la elección que llevaría a George Bush (padre) a la Casa Blanca, esa cifra llegó al 50 por ciento. En 2004 se intensificó el proceso con la confrontación entre John Kerry y George W. Bush, a tal punto que la ciencia política estadounidense describió ese fenómeno como poison politics o negative politics, según señala Pierre Rosanvallon.
Este autor también pudo observar que los estudios indican una tasa de penetración y memorización muy alta de los anuncios negativos sobre los positivos, llevando a un incremento de los ataques personales, como si el objetivo de cada candidato fuera evitar la victoria de sus oponentes. En Colombia no somos ajenos a esa situación, y lo que se está viendo es una falta de propuestas y un enfoque hacia la crítica y el desprestigio del contrincante.
Esa política aumentativa y, en algunos casos, alejada de la realidad ha cruzado por diferentes estados, incluyendo uno llamado populismo, con el que algunos hacen alarde de un combate moral y edificante, siempre con el objetivo de moralizar la política y sus costumbres. Critican el individualismo moderno y defienden los valores comunitarios de la familia, la empresa y la vida crítica, como lo dice Chantal Delsol.
La ideología también está incluida en ese mundo de la manipulación, y fue asociada con las ideas socialmente compartidas, pero “después adquirieron una connotación negativa como sistemas de ideas dominantes de la clase gobernante”, señaló Teun A. van Dijk. Otro autor que hablaba sobre la ideología fue Friedrich Engels, quien la consideraba como ideas contaminadas en su raíz y genéticamente defectuosas. Por su parte, Terry Eagleton cree objetable la ideología porque “genera ideas que por su motivación o por su función o por ambas cosas son de hecho falsas, en el sentido de distorsionar y disimular la realidad social” y da lugar a una ilusión social masiva.
Siguiendo en el marco de la ideología, también tenemos, como lo muestra Norberto Bobbio, las de extrema izquierda, centroizquierda, centroderecha y extrema derecha. En la extrema izquierda están aquellos movimientos igualitarios y autoritarios, de los cuales el ejemplo más destacado es el jacobinismo. En la centroizquierda podemos apreciar doctrinas y movimientos igualitarios y libertarios, a los que se les puede denominar ‘socialismo liberal’, y en ella se incluyen los partidos socialdemócratas. En la centroderecha se ubican las doctrinas y movimientos libertarios y no igualitarios, en los que se incluyen los partidos conservadores fieles al método democrático y que se afirman en la igualdad frente a la ley. Y en la extrema derecha encontramos doctrinas y movimientos antiliberales y antiigualitarios, entre los cuales están el fascismo y el nazismo.
La desconfianza democrática ha ido en aumento a través del tiempo y en Colombia se genera por incumplimiento de compromisos pactados por los candidatos.
Otro aspecto importante en ese lado oscuro de la política es la confianza, la cual Rosanvallon define como “una hipótesis sobre una conducta futura”, que permite ahorrarse todo un conjunto de mecanismos de verificación y prueba. De otro lado, Benjamin Constant de Rebecque diferenció la desconfianza “antigua”, la cual viene del rechazo a los poderes arbitrarios impuestos a la sociedad, de la desconfianza “moderna”, que nace de los yerros de los nuevos regímenes surgidos de la voluntad general. La desconfianza democrática ha ido en aumento a través del tiempo y en Colombia se genera por incumplimiento de compromisos pactados por los candidatos que aspiran a los diferentes cargos y, cuando logran llegar al poder, los olvidan o simplemente se dan cuenta de que no eran posibles de realizar.
De ese incumplimiento nacen los improperios o insultos, que son una parte importante en la política negativa. Barack Obama, cuando era presidente de Estados Unidos, según Rupert L. Swan, ignoraba los ataques verbales, ya que esa estrategia evitaba que crecieran y se desatara un alud de improperios que minan la autoestima y agotan energías para continuar con los objetivos trazados. Generalmente, las personas que acuden al insulto pierden la habilidad de comunicarse apropiadamente y terminan por relacionarse con individuos que se expresan igual que ellos. Así, la ofensa viene de aquella necesidad de reconocimiento que tengamos, “si la otra persona no despierta iración o simplemente si estamos convencidos de que nuestra acción o idea son justos y viables, el insulto caerá en saco roto”. En nuestro país, algunos de los dirigentes suelen caer en la ofensa para defenderse de sus adversarios, pero desconocen que eso los desgasta y, con el paso del tiempo, les genera un aura de rechazo y desconfianza, como pasa con algunos precandidatos que la utilizan como una estrategia para hacer campaña.
Rosanvallon cree que la política negativa trae como consecuencia el aumento en la ventaja del candidato saliente e incrementa las dudas sobre el candidato menos conocido, ya que no ha sido visto en un cargo público. También señala que la campaña negativa es un elemento de apreciación del otro, y sus mensajes tienen como objetivo principal desmovilizar a los electores flotantes también llamados “independientes”, quienes en medio de la duda oscilan entre una alternativa u otra.
Entre esos aspectos negativos de la política también encontramos a un personaje conocido como Paul Joseph Goebbels, quien en 1926 fundó una escuela de oratoria porque, en su opinión, tanto el fascismo como el bolchevismo se formaron gracias a grandes oradores, según cuenta Tamara López. Es importante señalar que Goebbels, como ministro de propaganda de Hitler, utilizó sus diabólicas estrategias políticas, en las cuales se escondía un gran manipulador de masas, que se valía de las emociones para lograr sus funestos propósitos, y es recordado por su frase célebre “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.
JOSÉ LUIS QUERUBÍN