El resultado de la elección presidencial en Estados Unidos ha dado lugar a innumerables análisis de las razones que explican la victoria de Donald Trump. Los votantes tenían pleno conocimiento del personaje y de lo que significaba. Y, sin embargo, ¡lo eligieron!
Las placas tectónicas sobre las cuales se sustentó tradicionalmente el poder político en Estados Unidos tuvieron un fuerte remezón en los últimos años. Los diferentes grupos de una sociedad tan compleja como la gringa, que apoyaban a los candidatos demócratas, cambiaron su comportamiento político y dieron su voto a los republicanos y al señor Trump. El Partido Demócrata, el de los trabajadores, los negros, los hispanos y los pobres, que combatía la desigualdad, quedó fuera de lugar. ¿Qué pasó?
Hay multitud de comentarios, de diferentes fuentes, sobre este fenómeno. Algunos interesan y preocupan más que otros por las lecciones que nos dejan a los colombianos. Para David Brooks, el columnista de The New York Times, por ejemplo, la educación en Estados Unidos generó privilegios a una minoría y la segregó del resto, que se volvió invisible: "La división del diploma dio lugar a la ruptura más importante de la vida americana". Los perdedores fueron aquellos que terminan el bachillerato y no van a las universidades (70 % de los bachilleres). No encuentran buenos empleos ni una actividad futura que los satisfaga e, incluso, mueren, en promedio, nueve años antes que quienes obtienen un grado universitario.
Es la desigualdad de las oportunidades. En general, los economistas se concentran en la desigualdad de los ingresos y –aunque están relacionadas– se olvidan de la de las oportunidades. Ambas se profundizaron en las últimas décadas en Estados Unidos y el Partido Demócrata dejó de representar tanto a los pobres como a este conjunto de individuos sin esperanza futura. Se concentró en las 'identidades', en las mujeres, la raza, la etnicidad, los inmigrantes, la población LGTBI+. En lo que llaman “woke”. Pero las clases sociales siempre son más sensibles que las 'identidades', por lo cual los invisibles se desplazaron al Partido Republicano.
Es, entonces, la hora de la reflexión. La desigualdad de oportunidades se ha acentuado en el país por los problemas de la calidad de la educación y el insuficiente crecimiento económico.
La economía fue una sorpresa. Creíamos que el empleo, el crecimiento y la inflación a la baja beneficiarían a la vicepresidenta-candidata. Pues no. Los votantes se quejaron de que, con posterioridad al fuerte aumento de los precios pospandemia, su nivel quedó muy alto, así el ritmo de la inflación hubiera cedido. Lo cual dará lugar a un interesante debate entre académicos y políticos. Algunos sostendrán que, aun con una política monetaria exitosa para reducir el incremento de los precios, no puede desecharse la adopción de otras medidas.
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Es afortunado que la elección presidencial en Estados Unidos y la victoria de Donald Trump hubieran tenido lugar con año y medio de anterioridad a la de Colombia en 2026. Hay tiempo para asimilar las lecciones que deja la de Estados Unidos.
Es, entonces, la hora de la reflexión. La de los sociólogos, los economistas, los científicos políticos, los educadores. La desigualdad de oportunidades se ha acentuado en el país por los problemas de la calidad de la educación y el insuficiente crecimiento económico, que alargan la distancia entre el grupo de jóvenes de buena formación y aquellos que, por la mala educación, no encuentran empleo y caen en la informalidad y en la desesperanza. La indignación y el resentimiento entre estos últimos y sus familias tienen que ser enormes; su futuro es la pobreza.
Toca rediseñar el sistema de educación superior, incluyendo, desde luego, la formación para el trabajo. Los jóvenes necesitan soñar con un destino promisorio y con una economía con oportunidades para todos.