Para el nuevo Papa, Colombia no es una referencia remota de un conflictivo país en Suramérica. Por el contrario, él nos ha visitado varias veces.
Nos conoce desde las funciones que ejercía en el momento de su elección como presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Además, León XIV ha estado en el entrañable municipio de Bojacá y su santuario de Nuestra Señora de la Salud y en Monserrate, y en el Cervantes de El Retiro, y en el de Barranquilla, entre muchos otros lugares. Y ha comido empanada, ajiaco y bandeja paisa, según me lo confirmó William Carreño, ex secretario provincial de los agustinos en Colombia.
El nuevo pontífice ha sido amable y agradecido a la hora de los desayunos colombianos que le sirvieron en la misma parroquia de Bojacá –donde fui alcalde y los llevaré siempre en mi corazón– según lo relató la generosa Teresa Gómez, quien sigue colaborando hasta hoy en ese lugar.
Hay más. Un reconocido sacerdote cercano a León XIV, monseñor Humberto González, su colaborador en la Pontificia Comisión ya citada, es ultracolombiano, de Manizales para más señas.
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En nuestro intenso cubrimiento presencial del cónclave, estábamos en la plaza de San Pedro junto con mis compañeros de ‘Noticias RCN’ Mónica Jaramillo, José Manuel Acevedo y Juan Carlos Iragorri, de la FM, acompañados precisamente por monseñor González en el momento del humo blanco. La plaza estalló en aplausos, oraciones, lágrimas, gritos de alegría, cantos y letanías. Luego siguieron tensos momentos esperando que se abriera la puertecita del balcón papal para que escucháramos –y alrededor del mundo entero– el jubiloso ‘Habemus papam’ y que se revelara el nombre del escogido.
Cuando esto ocurre, monseñor González, instantánea y espontáneamente, se arrodilla y con lágrimas en los ojos grita: “¡Es mi jefe, es mi jefe!”, mientras agradece a Dios y ora por su jefe, misionero, pastor, líder, profundo en el pensamiento, firme en la fe y sencillo en el trato.
Al instante, León XIV, el recién elegido Papa y en pleno año del Jubileo de la Esperanza, dio un paso al frente y retumbó su voz a la par afirmativa y dulce, contundente y convocante. A la primera mención de Francisco, de nuevo la plaza estalló en una ovación póstuma y lo aplaudió una y otra vez, hasta la bendición ‘urbi et orbi’.
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León XIV seguirá por el camino de la humildad y la cercanía con los más necesitados que recorrió Francisco, lejos de los banquetes de Estado, lejos del derroche, lejos de los lujos, abrazando la austeridad y practicando la misericordia.
León XIV ya lo ha hecho. Sabe, por Chiclayo, del Perú, sobre la pobreza y el sufrimiento. Sabe también de la bondad que se encuentra en los hogares humildes en medio de las angustias y los sobresaltos. Y se pone las botas. Y monta a caballo. Apadrina niños sin abolengos y tiene compadres en el pueblo y así se mueve y se ha movido tanto en la industrializada Chicago como en la muy peruana Piura.
León XIV seguirá por el camino de la humildad y la cercanía con los más necesitados que recorrió Francisco, lejos de los banquetes de Estado, lejos del derroche, lejos de los lujos
Su voz y su espíritu de mediación serán muy importantes ante los grandes conflictos de la humanidad, en los de nuestra América y en la compleja crisis de los migrantes.
Donald Trump recibió bien su designación, lo expresó públicamente y manifestó su deseo de visitarlo, por todo lo cual la voz de León será clave ante Trump. Pero también lo será en Colombia.
Es un hombre de diálogo eficaz y sin estridencias. Ojalá siga siendo muy firme contra todas las dictaduras, sean de derecha o de izquierda, y contra los abusos de poder. Confío en que así será.
Ojalá contribuya a suavizar los espíritus violentos, las palabras que incendian, las proclamas que dividen y las arengas que ofuscan y que pueden engendrar más violencia.
Dios ilumine y proteja siempre a León XIV. Que su papado nos acompañe en Colombia y nos oriente siempre por caminos que puedan conducir a una verdadera paz. En un país en el que tenemos libertad de cultos es, sin embargo, determinante el gran orientador espiritual de una inmensa mayoría católica que sigue soñando, a pesar de todo, con un país mejor.
JUAN LOZANO