En las reflexiones sobre la justicia, siempre se elucubra si es mejor ver a un criminal tras las rejas o muerto.
Pese a lo difícil que sea aceptarlo, sobre todo en el caso de las víctimas, vale más la posibilidad del castigo reflexivo y la resocialización que la desaparición física. Paradójico, especialmente cuando hay una caterva de desadaptados como los violadores, los narcotraficantes, o los terroristas, que no merecerían un minuto de aire.
Pero la justicia es amplia en su definición. Y lo es especialmente cuando se priva a la ciudadanía, por acción o por omisión, de escuchar lo que tienen que decir esos criminales.
Solo él, Juan Carlos Rodríguez Agudelo, el popular ‘Zeus’, su círculo cercano y por supuesto sus socios saben los secretos y las verdades que se llevó a la tumba, tras su muerte en medio de un operativo policial hace unos días.
En este mismo espacio se había hablado del tremendo personaje que era. Un oficial retirado del Ejército, entrenado con todos los cursos posibles para que fuera un comando aguerrido, pero que ya estaba signado por la mafia.
Jugó en los bandos paramilitares, se convirtió en el jefe de seguridad del capó ‘don Diego’, en el norte del Valle, sirvió de enlace entre los poderes legales e ilegales, reclutó a los mejores hombres de las Fuerzas Especiales para conformar un ejército paralelo y asesoró y surtió militarmente a un ala de ‘los Zetas’, en México. Un empresario del crimen.
Eso es lo que se conoce y se ha documentado periodísticamente. Pero ¿y lo que no ha salido a la luz? Eso que callan los bandidos como él y que se cree ya no se conocerá.
La señora Fiscal General debe poner la lupa en otros criminales más que están prófugos.
Error. La verdad no puede irse con su muerte. Es deber de la Fiscalía seguir indagando sobre las múltiples reuniones que ‘Zeus’ sostuvo con un nutrido grupo de generales y coroneles de la Policía y el Ejército (activos y retirados), entre 2005 y 2017. Doce años de arreglos, negocios, corrupción, ocultamientos, transacciones, de información clave no procesada.
Es vital que la Fiscalía investigue qué relaciones seguía manteniendo el mayor retirado del Ejército Juan Carlos Rodríguez Agudelo con empresas de seguridad privada y cómo se manejaba, con su ‘diestra’ asesoría, la compra de armamento. Ya en el pasado él había estado al frente de varias empresas de seguridad legales, que luego traspasó a terceros.
Lo que callan bandidos como ‘Zeus’ también está relacionado con la repentina expansión de la organización criminal del ‘clan del Golfo’, en zonas de Santander, Antioquia, Magdalena Medio y la inexplicable presencia en territorios exclusivos de las disidencias de las Farc en Meta y Guaviare.
El hombre ya no está para contarlo. Tal vez nunca lo haría porque los delincuentes, como se dicen en el argot criminal, solo se revientan si son traicionados, y este tenía simpatías en muchos sectores.
La señora Fiscal General debe poner la lupa en otros criminales más que están prófugos, como Jesús Emiro Pereira Rivera, conocido como ‘Huevoepizca’, quien les debe la verdad a las víctimas y al país, pese a que pasó por Justicia y Paz.
Este paramilitar, uno de los fundadores del bloque Capital, socio de Vicente Castaño y amigo personal del jefe del bloque Centauros, Miguel Arroyave, estaría escondido en una finca de Córdoba, según fuentes de los organismos de inteligencia.
Lo que callan bandidos como ‘Huevoepizca’ podría por fin, de una vez por todas, develar cómo un sector de prominentes empresarios y comerciantes financiaron la llegada del paramilitarismo a Bogotá en los años 2000 y cómo sostuvieron negocios ilícitos aún después de desarmadas y desmovilizadas las autodefensas.
Los ciclos de violencia que sigue enfrentando Colombia son reciclados, porque los personajes que los comandan son los mismos de hace 25 años, o los que fueron ungidos por ellos.
No hay ‘paz total’ si no hay justicia, y no hay justicia si quienes la istran y ejecutan desvían la mirada.