Siempre que sale un nuevo documental sobre algún tema, cualquiera, con la consigna de que "ahora sí se descubre el misterio que por tanto tiempo estuvo oculto", "la gran revelación que durante siglos quisieron impedir", "el desciframiento de los enigmas que atormentaron a tantos sabios a lo largo de la historia", siempre que pasa eso hay que echarse a rezar porque ya se sabe que es un fraude, tanto más ridículo cuanto mayor es el escándalo que suscita.
Sobre todo en este mundo viral en el que vivimos, dado a la novelería, la sobreactuación y el reciclaje desaforado de aire vacío que empieza a circular de mano en mano, de pantalla en pantalla, de teléfono en teléfono mientras todos los medios repiten y reproducen lo mismo, sin beneficio de inventario, sin controles de ningún tipo, cuanto más amarillista y espectacular sea el titular, mejor porque entonces los clicks están garantizados.
Acaba de pasar, por ejemplo, con un absurdo documental que transmitió la Televisión Española (RTVE) sobre los presuntos orígenes judíos y valencianos de Cristóbal Colón, justo en la conmemoración del 12 de octubre de 1492. Y lo que habría podido ser una juiciosa revisión de una de las hipótesis más difundidas y polémicas sobre la identidad del descubridor de América, acaba en una especie de folletín esotérico que no revela ni explica nada.
Sí: la vida de Colón exhibe una gran cantidad de zonas grises y nudos ciegos, sobre todo durante su infancia y juventud. Y como suele pasar con los grandes personajes del pasado, su nombre y su memoria, tan difusos, tan esquivos, se han usado y explotado muchas veces, a lo largo del tiempo, para reivindicar y defender toda clase de intereses y causas que en últimas poco tienen que ver con su verdadera historia.
Pero esa historia no se cuenta, y mucho menos se 'revela', con documentales fantasiosos que no demuestran nada.
Hace décadas, por ejemplo, Ramón Menéndez Pidal, un sabio insuperable, demostró que Colón hablaba el dialecto de su patria, Génova, el llamado 'genovisco', esa lengua sin registro literario y de la que solo sabemos, me perdonarán la digresión, por una canción del trovador medieval Raimbaut de Vaqueiras en la que él mismo, en el siglo XII, se enfrenta con una mujer de esa región y transcribe el diálogo en el que ella le responde muy airada en su 'parla nacional'.
Así que Colón no hablaba 'italiano' porque el italiano como tal, y a duras penas, solo va a existir desde el siglo XIX cuando se consolide el proceso de la unificación y la invención de Italia como un Estado nacional, y en todos sus documentos conocidos escribe o en un riquísimo castellano salpicado de voces portuguesas o en un latín de baranda y de taberna que fue la lengua en la que sostuvo muchas de sus ideas geográficas, todas delirantes.
Fueron los italianos ya unidos y estrenando país, de hecho, quienes se empeñaron después de 1870 en hacer de Colón, como también pasó con Dante y con Maquiavelo, un héroe nacional, un precursor de la grandeza de Italia entendida como una totalidad (totalidad fragmentaria y abigarrada, aun hoy: una colcha de retazos, un enjambre de dialectos tan variados y tan intensos que era más fácil hablarse con las manos, de ahí esa costumbre).
Y Génova presentó un cartapacio irrefutable de documentos que probaban que Colón nació en esa república marítima en 1451. Pero un español muchos años después, Salvador de Madariaga, propuso otra hipótesis: la familia de Colón era de origen español y judío, sefardíes expulsados de la península ibérica que acabaron en la península itálica. ¿Es eso posible y verosímil? ¿Pudo ser? La respuesta es que sí, el Mediterráneo era un hervidero de casos así.
Pero esa historia no se cuenta, y mucho menos se 'revela', con documentales fantasiosos que no demuestran nada, solo la credulidad decadente de nuestra propia época.