El nuevo presidente Petro madrugó a hacer su oficio. El 8 de agosto, en vez de aparecer en TV, impartiendo órdenes a diestra y siniestra y acompañado por sus escoltas comenzó el día temprano para ir a visitar regiones de Santander, uno de los departamentos más azotados por la violencia. Después se desplazó hacia el lugar en donde infamemente fueron asesinados a sangre fría siete valientes policías, por una desalmada organización de criminales.
Petro comenzó a demostrar que, como presidente de esta nueva Colombia del cambio, no dejará de visitar ningún lugar, por más peligroso que sea, para verificar oportunamente –y con sus propios ojos– qué es lo que pasa, qué es lo que más hace falta, y por qué se ha precipitado la comisión de tantas y tan despiadadas acciones violentas. No será, pues, un mandatario pasivo, que espera que sus subordinados le cuenten qué sucedió, o qué está sucediendo. Al parecer, será un Presidente muy activo, metido y al corriente de todo lo que esté pasando. Aparentemente será un mandatario que no se demorará a la hora de actuar.
Sin embargo, sus determinaciones y actitudes no han sido siempre las que le corresponden a un primer mandatario. Y tampoco han sido las más convenientes para el país. Por ejemplo, fue un error, o mejor dicho, fue una falla inexplicable, que Colombia pasara de agache en la OEA, cuando lo correcto, lo consecuente y lo que tocaba hacer era votar contra los reprobables actos del presidente dictador de Nicaragua, Daniel Ortega. La explicación que dio el canciller Álvaro Leyva sobre tan lamentable ausencia de Colombia no fue aceptable para la mayoría de los colombianos.
Como lo revelan las encuestas, cuando lleva tan solo seis semanas de mandato, el presidente Petro tiene casi un 70 % de favorabilidad; le ha ido bien. Primero, por algunos acertados nombramientos para integrar su gabinete. Buena parte de los ministros son personajes bien preparados y muy respetables, sensatos, que inspiran confianza. Aunque nunca falta una que otra oveja negra, la mayoría de los ministros del nuevo gabinete han sido muy bien recibidos por la ciudadanía.
Como lo revelan las encuestas, cuando lleva tan solo seis semanas de mandato, el presidente Petro tiene casi un 70 % de favorabilidad; le ha ido bien.
Lo que ha sido muy poco convincente para muchísimas personas, y hasta riesgoso, es el nombramiento del político costeño Armando Benedetti como embajador de Colombia en Venezuela. Enviar a un país tan complicado, con tantos intereses entrelazados, con tantas situaciones en contra y con tantos problemas pendientes, a un político tan frívolo y tan poco diplomático como ha demostrado serlo el voluble y volátil excongresista costeño no fue un acierto del presidente Petro.
Por otra parte, vale la pena recordar que, cuando el hoy presidente fue elegido alcalde de Bogotá, pocas semanas después de estar instalado en el Palacio Liévano, sede de la Alcaldía Mayor de la capital, su antiguo amigo y compañero Antonio Navarro Wolff, a quien había nombrado secretario de Gobierno, renunció. Dicen que Petro tiene su genio, que es autoritario, y que si sus subalternos no marchan como él quiere, adiós condescendencia y adiós amistad.
Mientras el nuevo presidente comienza a ejercer las numerosas y muy complejas responsabilidades que tanto ambicionó, pero que al mismo tiempo son tan exigentes y tan difíciles, sus seguidores lo aplauden y lo estimulan. Al mismo tiempo, sus contradictores, que incluyen grandes cacaos, pequeños empresarios, emprendedores y trabajadores independientes de este país, no pierden de vista los pasos que está dando el nuevo mandatario. Está por verse como compaginan lo que la economía y los empresarios necesitan con las políticas del nuevo presidente.
Confiemos en que este primer gobierno de izquierda en la historia de Colombia funcione. Que satisfaga a sus numerosos seguidores, sin defraudar ni maltratar a sus muchos contradictores. Veremos cómo nos resulta en Colombia el socialismo del siglo XXI. En todo caso, el gobierno del nuevo y activo presidente es una voltereta en la historia política del país. Ojalá con este nuevo experimento no nos vaya peor.
LUCY NIETO DE SAMPER