Este 2023 alista maletas. Millones en el mundo hacen cuentas de qué nos deja. A algunos, una chiva, una burra blanca y una buena suegra. O una conquista, una nueva casa y una buena deuda. Habrá desempleados, o los que lograron un buen trabajo, éxitos profesionales, el viaje soñado, el niño o niña tan precioso, dicha del hogar; el título profesional, el triunfo o la quemada política, pues fue un año electoral.
Fueron meses de balconazos presidenciales, de marchas y contramarchas, diálogos de paz, ceses por decreto, rotura de ceses, raspadura de rodilla presidencial, raspadura de ollas, inflación y amenaza de recesión. Aunque de economía no hablo, pues ni siquiera domino el PIB, que, como me dice mi esposa, es el productor interno, bruto.
Fue un año violento, pues el alma del producto interno de esta tierra, los colombianos, se ha dañado, muchos empujados por la coca para darnos en el coco, o por las disputas de las tierras. Se dice que hay masacres por más acres, etc. El 2023 nos deja una dolorosa cifra de 185 valerosos líderes sociales asesinados. Además de 44 firmantes del acuerdo de paz acribillados. ¿Y los derechos humanos? Detener esa matazón tiene que ser un propósito nacional para 2024, especialmente de la Casa de Nariño.
Este país es de gente buena en su mayoría. Falta que ciertos inciertos se coman las uvas del bien, que cambien y cumplan muchos propósitos.
Pero hay hechos que reconcilian. Hay uno inolvidable, maravilloso, ocurrido a mitad de año. Algunos dirán que es la estrella de Millonarios. Claro, pero es uno que unió al país entero, que nos arrancó lágrimas. Un hecho maravilloso protagonizado por niños valientes. Después de 39 días perdidos en la espesura de la selva del Caquetá y de haber sobrevivido a un accidente de avioneta, los niños, de 13, 9, 4 y un año, fueron encontrados vivos, gracias a una tarea de noche y día de las Fuerzas Militares, junto con integrantes de comunidades indígenas.
Ese para mí es el hecho del año. Porque, además, fue ejemplo de coraje, de pericia, de sabiduría ancestral de la menor indígena Lesly Mucutuy, de solo 13 años, quien se convirtió en mujer maravilla, en madre, guía, en ángel de la guarda para sus hermanos, incluida la bebé, a la que cargó y defendió como una leona. Ser ejemplo de mujer, haber sobrevivido contra todas las adversidades, con sus 3 hermanitos, la convierte en mi personaje del año, seguida de las Fuerzas Militares, que también han afrontado con respeto institucional agresiones y retenciones. Y numerosos llamados a calificar servicios, que se han vuelto tan generales. ¿Y cómo están hoy los niños indígenas?
Como siempre que se va un año y llega otro, es motivo de renovar propósitos y esperanzas. Inclusive, de hacer pronósticos sin agüero. O con agüero. Por ejemplo, este año voy a ser puntual, dirá alguien que llega tarde; este año voy a bajar unos kilitos, dirán otros. O me voy a llevar unos kilitos, pensará algún ‘narcolino’, pues por desgracia el negocio sigue: 724 toneladas de coca han sido incautadas. Y eso que no se cumplió la meta. Este año cambio de carro, dicen los que van en coche, o dejo de fumar o vapear –que también los puede matar–, o hago mi viaje.
A propósito, el de dar la vuelta a la manzana maleta en mano parece que fue general el año pasado, pues 170.000 compatriotas fueron detenidos en la frontera de Estados Unidos con México, fíjense nomás. Y aumentó el número de quienes buscan quedarse en Europa y EE. UU. Eso indica que aquí hay escasez de oportunidades y abundante incertidumbre. Mejorar eso debe ser motivo de otra uvita en Casa de Nari.
Este país es de gente buena en su mayoría. Falta que ciertos inciertos se coman las uvas del bien, que cambien y cumplan muchos propósitos, como este año dejo de secuestrar, de matar, de robar, de hacer torcidos, como es el derecho. O este año firmo la paz. Con eso este sería el mejor vividero y no les tocaría a miles hacer maletas en busca de un mejor futuro. Piénsenlo, compren las uvas.
LUIS NOÉ OCHOA