La imagen de la líder opositora venezolana, María Corina Machado, este jueves, de pie sobre la cabina de un camioncito con altoparlantes, rodeada por miles de caraqueños que desafiaron la tenebrosa represión del régimen de Nicolás Maduro, quedará en la historia. El ejemplo de esta aguerrida mujer, que abandonó la clandestinidad a la que la obliga su incesante batalla por la libertad de su pueblo, y que fue secuestrada por agentes de la dictadura y obligada a grabar unos videos que carecen de valor, antes de ser liberada y volver a ocultarse, debe avergonzar a tanto cobarde que gobierna por ahí.
Frente a la entereza de Machado, los presidentes de Colombia, Gustavo Petro; de Brasil, Lula da Silva, y de México, Claudia Sheinbaum, quedaron expuestos: mostraron su poquedad ética y la fragilidad de sus convicciones democráticas, al enviar tímidas delegaciones –pero delegaciones al fin– a la posesión de Maduro. Una posesión tan fraudulenta como su reelección el 28 de julio, un atraco desvergonzado que las actas reveladas por la oposición dejaron en absoluta evidencia, a tal punto que Petro, Lula y Sheinbaum no se atrevieron a reconocer el triunfo del sátrapa de Caracas.
Frente a la ejemplar valentía de Machado, queda también para la historia –para la antología de lo ridículo– la declaración del canciller Luis Gilberto Murillo ese mismo jueves. Las de julio “no fueron unas elecciones libres”, dijo en un baboso video. Y agregó: “Sin actas públicas ni transparentes, Colombia no reconoce los resultados electorales”. Pero, acto seguido, justificó el envío de una representación oficial a la posesión, en una diplomacia “responsable y estratégica” y en unas relaciones exteriores “que le sirvan al país”.
Una posesión tan fraudulenta como su reelección el 28 de julio, un atraco desvergonzado que las actas reveladas por la oposición dejaron en absoluta evidencia
El aspirante a candidato presidencial del petro-santismo lució como un Cantinflas con lenguaje de Cancillería. Sabido es que la diplomacia petrista –tan amiguera y tan dependiente de los humores del Presidente en su cuenta de X, listo a insultar a Israel o a la Argentina de Milei sin importar los intereses de Colombia– ha sido todo menos “responsable y estratégica”.
¿Cómo puede servir a los intereses de Colombia darle una mano al usurpador Maduro, investigado por crímenes de lesa humanidad por la Corte Penal Internacional y al que solo reconocen los dictadores Vladimir Putin, de Rusia; Xi Jinping, de China; el ayatola Jamenei, de Irán; el criminal Daniel Ortega, de Nicaragua, y el poca cosa Miguel Díaz-Canel, de Cuba?
El viernes, el diario español ‘El Mundo’ sentenció a Petro: “Su solidaridad ideológica y supuestos intereses nacionales parecen pesar más que el fraude masivo y las vulneraciones a los derechos humanos”. Qué contraste con el presidente chileno, Gabriel Boric, quien el lunes retiró al embajador en Caracas y el jueves declaró, sin timideces: “Desde la izquierda política les digo que el gobierno de Nicolás Maduro es una dictadura”.
Donald Trump, engolosinado en estos días con apropiarse de Groenlandia, el canal de Panamá y Canadá, reconoció a Edmundo González, verdadero ganador de la votación de julio, como “presidente electo”, y elogió la actitud de Machado. La Unión Europea reiteró que no reconoce a Maduro y se negó a enviar delegación alguna. Además, impuso severas sanciones contra 15 altos funcionarios del Gobierno, los servicios de inteligencia, el poder electoral y las altas cortes, cómplices todos ellos del dictador.
¿Y Petro y su canciller? Ni chicha ni limoná, intrascendentes, sin entereza alguna, diminutos frente a la gigante y dignísima Machado, quien demuestra con su coraje que, aunque Maduro sigue ahí, no todo está perdido. La batalla por Venezuela continúa y será larga, y –ojalá que no– sangrienta. Deslegitimado y aislado, el tirano de Caracas terminará por caer. Bien lo expresó, este viernes en La W, el dirigente opositor Julio Borges: “Maduro entra hoy en fecha de vencimiento”.
MAURICIO VARGAS
IG: @mvargaslinares