Hubo un tiempo en que sentí, hará unos quince años, que mis clases de crisis climática podían generar desesperanza. Hoy percibo otra cosa: lo que tienen es rabia. Rabia porque las universidades no les están diciendo la verdad; más claro: los están engañando, o mejor, están engañando a sus padres que pagan por una educación que ellos suponen ajustada a la ciencia. El sistema educativo en general, aquí y en muchas partes, ha preferido la cómoda posición del business as usual. Que en temas como este traduce: no es tan grave, son alarmistas, ya encontraremos una solución, el mundo no se va a acabar, lo que importa, de verdad, es que podamos hacer buenos negocios, conseguir plata para comprar cosas, mucha plata (mejor) muchas cosas.
Si a las universidades no les resulta necesario enseñar, investigar, debatir sobre una crisis que hoy tiene a los bosques de Canadá en llamas (se han quemado 150.000 kilómetros cuadrados), si no les parece importante preguntarse por qué Grecia también está en llamas, y España con temperaturas que han llegado a 50 °C, y sequías en Uruguay, Chile, Argentina, si nada de esto amerita una mirada renovadora a los planes de estudio, es porque las universidades, probablemente, coinciden con los gobiernos del mundo en su desdeño por la ciencia.
Por eso los estudiantes tienen más rabia que tristeza, más rabia que desesperanza, más decepción que entusiasmo. No creen ni en sus gobiernos, ni en sus instituciones ni en sus educadores. En lugar de ansiedad climática deberíamos hablar de ansiedad política o ansiedad popular, porque son las personas en el poder las que nos mienten, o hacen lo contrario, las que están causando el terror, dijo recientemente a
The Guardian Caroline Hickman, autora de un estudio sobre ansiedad climática publicado en
The Lancet, por favor, léanlo:
https://www.thelancet.com/journals/lanplh/article/PIIS2542-5196(21)00278-3/fulltext.
Pero otro estudio, publicado esta semana en
Science, trae un título que no deja lugar a equívocos y que fue el que me hizo escribir esta columna: La fuerza y el contenido de la ira climática. No es un documento de activistas o de alarmistas, sino de científicos (
Thea Gregersen y otros, 2023). Verlo aquí:
https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0959378023001048.
Tienen rabia y tienen razón, pero las universidades aún pueden reaccionar.
MANUEL GUZMÁN HENNESSEY