En periodos electorales siempre está la pregunta de qué exigirle a un candidato, además de los mínimos de honradez, integridad y vocación de servicio. Los medios y el electorado presionan, y los aspirantes preparan respuestas para solucionar los miles de problemas de los países. A los gobernantes les pasa lo mismo: la ciudadanía espera la acción transformadora de los gobiernos de turno y ve con frustración cada tropiezo, cada ausencia. Es cierto que a veces se entrega el poder en las urnas a personas que participan en la política en búsqueda de su propio bienestar (mal entendido) y no en búsqueda del interés de toda la ciudadanía. Pero esta no es necesariamente la regla. Muchas de las personas que aspiran al poder sueñan con dejar un legado para la posteridad. Lo que nos enreda más es lo que les exigimos: ningún candidato, ningún gobierno, está en capacidad de solucionar todos los problemas que aquejan a un país.
Los problemas más profundos y complejos de nuestras sociedades se vienen gestando en el tiempo y solucionarlos requiere esfuerzos de largo aliento, que incluyen la dificultad de lograr consensos. Las múltiples demandas y los problemas de coyuntura distraen de las reformas necesarias. La urgencia de las acciones para controlar la pandemia y los esfuerzos para contener la caída de los hogares en la pobreza por la desaceleración económica que esas acciones han traído consigo, por ejemplo, han ocupado, con justificación, el espacio mental y la capacidad de los gobiernos en el mundo en 2020 y 2021. Pero nos han mostrado también lo costoso que es vivir en reacción a las necesidades de cada momento, y no sobre una ruta de solución más permanente.
Las grandes transformaciones solo son posibles cuando se elige un objetivo y se defiende el rumbo. Los electores tenemos responsabilidad en esto, a través de lo que exigimos a quienes nos gobiernan.
En periodos electorales siempre está la pregunta de qué exigirle a un candidato. Yo les diría que el futuro depende de elegir candidatos que tengan claridad sobre una o dos prioridades de política. Que no sobreestimemos la capacidad de un gobierno, ni de una persona, para cambiar el mundo. Pero sí, que exijamos claridad mental y foco –terquedad– para perseguir sin descanso cambios en al menos un par de frentes, mirando hacia el largo plazo.
En el
‘Informe regional 2021’ del Pnud dijimos que la región de América Latina y el Caribe se encuentra en una trampa de alta desigualdad y bajo crecimiento. Y que esos dos fenómenos no son independientes: hay cosas que nos hacen a la vez ser muy desiguales y crecer poco –el crecimiento alto de 2021 es solo el rebote esperado tras la caída–. Una de ellas es el mal funcionamiento de los sistemas de seguridad social y los efectos de su mal diseño sobre los mercados de trabajo.
Este es uno de los frentes hacia los que tendría que volcarse la mirada de gobernantes y candidatos en toda la región: cómo repensar el pilar de aseguramiento de los sistemas de protección social para tener sistemas de seguridad social universales, que no induzcan a la informalidad y que realmente protejan a las personas ante la enfermedad, el desempleo, la discapacidad y la vejez. Otro frente es una gran reforma educativa: ¿cómo hacer para igualar la calidad de la educación a lo largo de la distribución del ingreso? Una parte es conectividad, pero no es suficiente. ¿Cómo logramos capas de maestros más educados? ¿Cómo identificamos líneas de aprendizaje prioritarias? ¿Cómo se arman sistemas educativos que formen personas capaces de pensar con independencia, aprender y adaptarse a las demandas cambiantes de los mercados de trabajo? ¿Cómo logramos sistemas educativos menos segregados que permitan, más adelante, sociedades más cohesionadas? Ya sería mucho si logramos elegir candidatos que entiendan bien estos dos problemas y se comprometan a trabajar incansablemente para resolverlos.
Lo más costoso para el desarrollo es la distracción en los rumbos que toma la política pública. La reactividad a la urgencia del momento, a la opinión del electorado con cálculo político, al ruido mediático. Las grandes transformaciones solo son posibles cuando se elige un objetivo y se defiende el rumbo. Los electores tenemos una responsabilidad en esto, a través de lo que exigimos a quienes nos gobiernan.
MARCELA MELÉNDEZ
Economista Jefe del PNUD para América Latina y el Caribe.