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Estados Unidos: la tierra de la ‘libertad’

Me asombra ver cómo los profesores en Colombia tienen una mayor libertad de cátedra que en EE. UU.

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DOCENTE UNIVERSITARIAActualizado:

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Cuando mi madre llegó a Estados Unidos para estudiar Periodismo en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, en los años 50, presenció horrorizada cómo el KKK marchaba libremente por las calles cantando en inglés: “Santa santa segregación, al infierno con la integración, santa santa segregación, el Sur resurgirá”. También recuerda la repentina animosidad de su compañera de habitación, cuando supo que mi madre era amiga de un estudiante afroamericano.
(También le puede interesar: Ayudar a nacer (II))
Y en 2024, la situación no pinta mejor: hoy se discute un proyecto de ley en el Senado de Alabama que busca prohibir la enseñanza de temas conectados con la diversidad, equidad e inclusión. Los republicanos intentan determinar qué pueden enseñar o no los profesores universitarios. Mientras que los políticos de otras naciones desarrolladas no se atreverían a decirle a un profesor cómo enseñar sus cursos o qué agregar al plan de estudios, los conservadores estadounidenses, respaldados por malvados multimillonarios, quieren convertir los campus universitarios en grandes instalaciones de educación propagandística de derecha, donde solo se enseñe su punto de vista.
Queda claro que el concepto estadounidense, “la tierra de la libertad”, suena genial, pero su implementación real es inexistente. El peligro de acciones totalitarias es una realidad, pues individuos sin conocimientos pedagógicos están decidiendo qué se debe enseñar y qué no en las universidades públicas.
Esta intrusión es problemática, no en teoría: hemos visto en el pasado lo que el extremismo basado en la ignorancia y el prejuicio puede hacerle a una nación. Lo vimos en Alemania, lo vemos en Palestina y lo estamos viendo en Estados Unidos en 2024.
Queda claro que el concepto estadounidense, “la tierra de la libertad”, suena genial, pero su implementación real es inexistente.
Como profesora universitaria y periodista, he analizado los límites de lo que los académicos pueden decir y hacer en mi país de origen y en EE. UU., y me asombra ver cómo, hasta el día de hoy, los profesores en Colombia tienen una mayor libertad de cátedra que los profesores en Estados Unidos. Si midiéramos el nivel de desarrollo de un país solo en función de eso, tendríamos que redefinir qué tan desarrollado es realmente ese país.
Prohibir planes de estudio, basados en que les parece injusto que los adolescentes blancos sepan lo que hicieron sus antepasados y se sientan mal al respecto, es la esencia de todas las doctrinas dogmáticas y dictatoriales: “Solo permitiré lo que me haga feliz y lo que me haga lucir bien”.
Detrás de esta premisa está el intento de enterrar la segregación objetiva y documentada de los afroamericanos, la discriminación contra las mujeres, la comunidad LGBTQ+, los inmigrantes, los nativos americanos y de negarse al imperativo de saldar una deuda histórica con programas de acción afirmativa y con la inclusión de su Historia en los planes de estudio que nadie, en una nación moderna, se atrevería a prohibir. El veto de libros, la prohibición de planes de estudio universitarios es lo opuesto a lo que representa una “tierra de la libertad” y lo que ella debería garantizar.
Como docente universitaria, es mi deber moral defender los principios del conocimiento humano y de la academia: solo conociendo nuestro pasado podremos avanzar como sociedad como un grupo multicultural, inclusivo, curioso y de mentalidad abierta.
Cualquier cosa menos nos reduciría a una sociedad sin libertad en el al conocimiento como Afganistán, Corea del Norte y Rusia. ¿En eso quieren convertir a Estados Unidos estos senadores republicanos?
MARÍA ANTONIA GARCÍA DE LA TORRE

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