Al ver a su hijo recibir el diploma universitario, sintió que una corriente eléctrica le atravesaba el cuerpo y pensó en todas esas noches que habría pasado en vela, estudiando, en esas largas noches de invierno en el oeste estadounidense. Sintió dos lagrimones rodando por las mejillas cuando pensó que ahora lo llamarían ‘doctor’ y tendría un mejor futuro laboral.
El joven se había beneficiado con un programa que le permitía pagarse sus estudios dictando clases en la universidad: no tenía que pagar la matrícula y recibía un modesto estipendio mensual. Este acuerdo con la universidad le permitía enfocarse en sus estudios y dictar sus clases a tiempo completo.
Librarlo de la matrícula podría considerarse parte de su salario, pero en realidad este era dinero que él nunca recibía. Simplemente, ya no tenía que pagar por ello. En consecuencia, en su declaración de renta no declararía un salario de 35.000 dólares (asumiendo que la matrícula fuera de 20.000 dólares al año), sino de 15.000, dinero que la universidad sí le pagaba por dictar clase.
El acuerdo le permitió a él –y a cientos de jóvenes estadounidenses y extranjeros– recibir un doctorado y no desfallecer en el intento. Sin embargo, el Partido Republicano quiere pasar una ley que incluya ese dinero de la matrícula como parte del salario del estudiante para que así estén obligados a pagar unos impuestos muchos más altos por un dinero que en realidad no están recibiendo.
Este impuesto, que en Estados Unidos llaman 'graduate student tuition waiver tax', subiría en un 400 por ciento el pago de impuestos de los estudiantes.
Podrían dejar de recibir hasta 10.000 dólares al año, dependiendo de cada situación particular. Esto representaría el fin del proyecto doctoral para miles de estudiantes que no provienen de familias boyantes y necesitan de ese convenio para llevar a feliz término sus estudios. Muchos otros acudirán a préstamos bancarios leoninos y se graduarán con deudas de decenas de miles de dólares.
Este impuesto, que en Estados Unidos llaman 'graduate student tuition waiver tax', subiría en un 400 por ciento el pago de impuestos en una franja tan vital como vulnerable de la sociedad: los futuros científicos, pensadores, artistas, estadistas. Ya de por sí es difícil escalar hasta el nivel más alto que ofrece el sistema educativo en EE. UU., donde incluso las universidades públicas son muy costosas.
Si se añade otro obstáculo, la deserción estudiantil estará a la orden del día. Ello afectará de forma dramática los desarrollos científicos y artísticos en este país, ocasionando una diáspora de estudiantes doctorales a naciones como España, Italia y Argentina. En esos países, la educación pública es de una calidad óptima y cuesta un pequeño porcentaje de lo que tendrían que pagar en universidades como MIT, Harvard, Universidad de Illinois y, en general, en cualquier institución académica que ofrezca matrículas gratis a estudiantes doctorales a cambio de dictar clases.
El presidente actual no tiene en muy alta estima la educación, más allá del beneficio económico que les pueda representar a los multimillonarios. Los estudiantes doctorales deben informarse, actuar de forma sosegada e inteligente y resistir, de manera sostenida, este embate de una istración republicana que cada vez se parece más a nuestras bien conocidas y elitistas repúblicas bananeras, donde la educación no es un derecho sino un privilegio.
MARÍA ANTONIA GARCÍA DE LA TORRE