La figura de Carlos Pizarro ha sido un referente para la izquierda en Colombia, al haberse sumado a la lista de candidatos de izquierda asesinados durante su campaña presidencial. Tras la desmovilización del M-19, Pizarro se reintegró a la vida civil y pecó al creer que podría erigirse como el primer presidente de Colombia que no sirviera a las élites conservadoras.
Carlos Pizarro tuvo una hija, María José, hoy senadora de la República. El ascenso al estrellato político de su hija se dio, no se puede negar, gracias a la figura de su padre, sin el cual no sería sino una entusiasta más de ideales de izquierda. Ella, por sí sola, no tiene mucho que mostrar, ya que los registros indican que no se graduó de ningún colegio, sino que validó el bachillerato en 1997 y su único otro estudio —graduada en 2007—, fue un Taller de Joyería que cuenta con un total de 9 clases, según la página web de la Escuela Masala de Barcelona. Valga aclarar que un Taller no equivale a un pregrado universitario sino que es un título intermedio entre el bachillerato y un título de pregrado.
La precariedad académica y de logros en el ámbito político de María José saltan a la vista, aunque en ello, per se, no hay delito punible, aunque poco recomendable en cualquier sistema político, no puede afirmarse que la mediocridad sea un delito.
Lo grave, y la razón por la que deben revisarse sus títulos, es por dos razones: primero, existe una queja ante la PGN de parte del Centro Nacional de Memoria Histórica (interpuesta en 2010) en el que se evidencia que el contrato firmado por ella “corresponde a un nivel profesional con título de posgrado y experiencia profesional según la tabla de honorarios vigente a la fecha de suscripción, sin embargo, el perfil acreditado es de una persona con formación tecnológica en joyería”. La queja disciplinaria, como todo en Colombia, fue desestimada por vencimiento de términos, aunque esto no atenúa la gravedad de la falta disciplinaria. Contratar con el Estado asumiendo un cargo para el que no se tienen los títulos exigidos es una falta grave y debe sancionarse desde un ámbito legal y político.
La segunda razón: la hoy senadora ha indicado públicamente, y en numerosas ocasiones, ser “maestra en Artes Plásticas con énfasis en Joyería Artística”, como lo dijo por la red social Twitter en febrero 19 de 2018. Ese mismo año se volvió congresista. A pesar de afirmar eso, hace pocos días dijo: “Tengo título en Técnica superior de Joyería y Artes Plásticas”, tratando de rectificar lo que durante todos estos años no ha rectificado, repitiendo en una y otra ocasión ser “maestra en Artes Plásticas”.
Contratar con el Estado asumiendo un cargo para el que no se tienen los títulos exigidos es una falta grave y debe sancionarse desde un ámbito legal y político.
Incluso en el currículo que presentó ante el CNMH afirmó ser "maestra Joyería-Tecnóloga en manufactura de joyas". Valga aclarar, también, que el maestro en artes plásticas debe tomar cuatro años de cursos universitarios, según lo registrado por universidades como Los Andes y la Universidad Nacional de Colombia. Su Taller de 9 clases ciertamente no la hace “maestra” sino “técnica superior de Artes Plásticas y Diseño en Joyería Artística”, según definición literal de la Escuela Masala, donde hizo ella esos cursos en Barcelona.
Por estas dos razones, es imperativo investigar las faltas que haya podido haber a la verdad y sancionar según lo determine la legislación colombiana. El Congreso colombiano es un ámbito que no está por encima de las leyes que todos los ciudadanos debemos obedecer, en particular tratándose de una mujer que, según la evidencia presentada, ha faltado a la verdad mientras cabalgaba sobre la figura de su padre, al mejor estilo del nepotismo de la élite colombiana que la izquierda siempre ha tratado de desmontar.
MARÍA ANTONIA GARCÍA DE LA TORRE