Hecho: Daniel Quintero ganó la alcaldía de Medellín en las elecciones populares de 2019 con el 38,44 % de los votos participantes.
Hecho: Daniel Quintero juró el primero de enero del 2020, cumpliendo con el artículo 94 de la Ley 136 del 2 de junio de 1994. Ante las palabras de la jueza 29 penal municipal que leyó: “Juro a Dios y prometo al pueblo cumplir fielmente la Constitución, las leyes de Colombia, las ordenanzas y los acuerdos, y desempeñar las funciones que le incumben”, el recién elegido contesto: “Juro”. A continuación vino una sentencia: “ Si así lo hiciera, que Dios y la Patria os lo premien; si no, que él y ella os lo demanden”. Así consigna el acta que firmó con un ‘balígrafo’.
Hecho: Daniel Quintero renunció a los tres años y nueve meses, faltándole tres meses para cumplir su mandato. Convirtiéndose en el único alcalde que ha tomado esa decisión en la historia de la capital antioqueña.
Hecho: Daniel Quintero en el momento de su renuncia tiene la aprobación más baja (28 %) de un alcalde de Medellín en los resultados de la encuesta periódica de Invamer, que monitorea la ciudad desde 1994. Además, según la Encuesta de Percepción Ciudadana que realiza Medellín Cómo Vamos, los datos claves también muestran descensos incuestionables: satisfacción con el alcalde, 23 %; evolución histórica de Medellín, 31 %; confianza en el alcalde, 24 %, entre otros.
¿Han olvidado las autoridades y la sociedad su rol hacia lo correcto y justo? Un país sin justicia y sanción moral es simplemente inviable éticamente.
Hecho: Daniel Quintero empezó a hacer política según medios locales sin cumplir si quiera 24 horas de su renuncia.
He escuchado varias hipótesis de algunos que quieren dar explicación a esta decisión. Porque está preocupado con los resultados en encuestas de su candidato en las mismas elecciones para el periodo 2024-2028. Porque teme ser investigado por corrupción y que otras personas estén en control. Porque en caso de perder no quiere ser quien asiste en la ceremonia de la entrega del poder. Porque no quiere malgastar la oportunidad de estar en escenarios por todo el país con los candidatos que a nivel nacional avaló y le permiten darse a conocer. ¿Una? ¿Varias? ¿Todas? ¿Otras?
Mi punto aquí es otro. ¿Cómo se le llama a una persona que falla a un juramento por conveniencia personal?
Ser alcalde de Medellín es un honor. Se debe asumir y enfrentar con la solemnidad del significado majestuoso de su semántica. Es una distinción otorgada por los ciudadanos. Por eso implica un juramento, y su cumplimiento o no conlleva consecuencias nobles o vergonzantes. Surge otra pregunta: ¿han olvidado las autoridades y la sociedad su rol hacia lo correcto y justo? Un país sin justicia y sanción moral es simplemente inviable éticamente. ¿Cómo es preciso para el pueblo reaccionar en el presente y futuro ante quien abandona una promesa?
Hace tiempo extraño varias palabras en Colombia. Una de ellas, ‘caballero’. Parece venida de la nostalgia. Mas allá de las formas, hoy se sienten escasos los encuentros en la política con esos seres valientes, coherentes, hidalgos que ponen primero al país antes que a sí mismos.
Y los individuos ‘de palabra’. Otra ausente. ¡Y cuánto engrandece! Mientras están para esconderse, delegar culpas o declarar ignorancia. Sobran los recuerdos de elefantes en la memoria.
Aparece como contrapeso la primera mujer en conquistar la vicepresidencia de Colombia, Marta Lucía Ramírez. No importa en esta reflexión qué tanto comparto o no sus ideas. Un hecho. Fueron conocidos los desplantes de la Presidencia a esta mujer en el ejercicio de su cargo. Renunciar fue una opción que, supe, consideró pero nunca ejecutó. Sacrificó la posibilidad de ser candidata a la presidencia en 2022. Cumplió su juramento. Esa decisión es propia de una dama. Ese día creció mi respeto.
No he leído, así que menos puedo irar, a Edwin Louis Cole, pero encontré una frase que le adjudican y que resume la posición de este conversatio: “Ser un hombre es una cuestión de nacimiento. Ser un caballero es una cuestión de elección”.
MARTHA ORTIZ