En una reciente entrevista publicada en EL TIEMPO y en el suplemento cultural de El Universal de México, el poeta, novelista y ensayista colombiano Darío Jaramillo se refirió a su último libro, Indagación sobre los fantasmas, editado por Pre Textos en 2022. Se destaca que, gracias a sus pesquisas filosóficas, literarias, científicas y folclóricas, en 420 páginas, este autor muestra un universo por completo distinto al de la racionalidad que rige a los seres humanos. Al considerar que la mayor prueba de la existencia de tales espectros es la constante negación que durante siglos se ha hecho de ellos, dice sentirse discriminado y despreciado por estas entidades desencarnadas, y afirma que nunca se le han aparecido.
Esta particular aseveración me hizo pensar que, aparte del misterio de respirar y emitir la voz cantada, el otro asombro de mi vida tiene que ver con la fortuna de haberme comunicado, sin buscarlo, con una entidad del otro lado de la frontera de la lógica. Créanlo o no los lectores, hablo de un genio poético de sufrida condición física, prodigioso y fascinante autor de una de las más impresionantes obras de la historia reciente, la maravillosa Zibaldone “que cambió el entendimiento de la cultura del siglo XIX”.
Relato lo sucedido con el fantasma de aquel ser inmortal
Interpretaba, en el Teatro San Carlo de Nápoles, a Sara, protagonista de la ópera Roberto Devereux, de Donizetti. La melancolía del personaje era también la mía. Permanecer lejos del hogar me golpeaba el ánimo, al punto de dudar entre el arte y el cuidado de la familia. Estaba en crisis.
Habitaba en el cuarto piso de un palacio del siglo XIX lleno de historia y de historias, por haber sido la vivienda de ilustres, cuyas ánimas, según las supersticiones del espíritu napolitano, se quedaron atrapadas en los muros, y aún no habían hallado el descanso eterno.
Algunos amigos, desde Sicilia, habían ido a la función del estreno. Entre ellos, Anna, una psíquica de reconocido talento para invocar el más allá. Después de los aplausos finales, los invité a celebrar en mi residencia. Al ingresar a la sala se quedó como petrificada y dijo que sentía la necesidad de hacer una sesión de espiritismo, ya que su sensibilidad de médium anticipaba una poderosa presencia. Nos sentamos alrededor de una mesa redonda frente a un abecedario espontáneo escrito sobre una cubierta de papel. Nos pidió colocar el dedo índice sobre una copa de porcelana que, de pronto, como si fuera un ser animado, empezó a moverse y a señalar letras que iban formando palabras y frases.
¿Chi sei? (¿Quién eres?). Leopardi, marcó la copa. Los presentes, conocedores de ese apellido, se quedaron sin respiro por un instante.
¿Con chi vuoi parlare? (¿Con quién quieres hablar?), preguntó Anna.
Con chi ha bisogno di farlo (Con quien tiene necesidad de hacerlo). Mostró la copa, que siguió deletreando así:
“Simile a la cascata è la tua voce, che ora lunga e pacata, ora forte e impetuosa, invade l’aria ma sempre pura”. (Similar a una cascada es tu voz, que a veces amplia y serena o a veces fuerte e impetuosa invade el aire, pero siempre pura).
Como por arte de magia, con las metáforas contenidas en este verso bendito, se alivió mi pesadumbre, se aclararon mis dudas, y seguí cantando.
Dos días después, frente al Palacio Real, con motivo de la conmemoración de los 150 años de la desaparición del inmortal Giacomo Leopardi, una pancarta anunciaba la exposición de todas las ediciones de su obra.
En Le ricordanze, narra que la noche podía serle un suplicio. “Metía la cabeza bajo las sábanas cuando sombras, espectros, fantasmas, visiones, horrores y quimeras llegaban como apariciones de otro mundo”.
MARTHA SENN