Ante el oprobioso silencio cómplice de los organismos multilaterales cuyos burócratas viatican en dólares de 4.200 en nuestro país, el reclutamiento de menores galopa infame e impune frente a sus narices sin que nadie ponga puntos sobre las íes, sin que nadie se tome en serio esta infamia que tiene el carácter de crimen de lesa humanidad.
Lo peor ha corrido por cuenta de Unicef. Si no hubiera llegado, por fin, alguien que desde esa agencia hable sobre el tema, como la actual representante Tanya Chapuisat, a quien le espera una tarea titánica por delante para revertir el estilo negligente, descuidado, burocratizado y cómplice de tantos de sus antecesores recientes, lo que procedería con miles de firmas es pedir que Unicef salga de Colombia.
No hay palabras para describir el daño que ha hecho Unicef a Colombia en los últimos años tapándose los ojos, mirando hacia otro lado, relativizando la infamia del reclutamiento de menores. Creyeron que para eludir su responsabilidad tutelar bastaba con liderar campañitas intrascendentes, recoger monedas a la salida de los supermercados o enlazar personas queridas para que presten el nombre como embajadores o aliados.
La señora Chapuisat ya dijo ayer que “en cualquier proceso de negociación, el tema de niñez tiene que ser un eje central y uno de los puntos que debe ser tratado desde el inicio. El reclutamiento y la desvinculación deben ser incluidos como un tema prioritario en la agenda de las negociaciones de paz”.
Y agregó, con toda razón: “La petición es clara: se tienen que parar nuevos reclutamientos y desvincular a los niños, niñas y adolescentes que ya están en las filas”.
Finalmente, tuvo el coraje, en entrevista publicada en este mismo diario, de señalar, digo yo, el atroz engaño a los niños, al derecho internacional y a la Constitución de Colombia que se engendró en las negociaciones con las Farc y en otras negociaciones.
No hay palabras para describir el daño que ha hecho Unicef a Colombia en los últimos años tapándose los ojos, mirando hacia otro lado, relativizando la infamia del reclutamiento de menores
Ella lo dice así en el lenguaje propio del multilateralismo: “En anteriores procesos siempre ha sido el tema que queda para el final y son los niños los que terminan perdiendo. Por ejemplo, aquellos adolescentes desvinculados de las antiguas Farc fueron solamente alrededor de 120, muchos otros no se pudieron beneficiar de procesos de reintegración y restablecimiento de sus derechos. No quisiéramos repetir estos mismos errores de dejar los temas de la niñez para el final. Este debe ser un tema prioritario”.
La negociación/componenda del gobierno Santos con las Farc violó de frente y desde el inicio la Constitución de Colombia al dejar por fuera de la agenda convenida los derechos prevalentes de los niños con la infame complacencia de Unicef.
La situación hoy es desesperada. Es una verdadera emergencia humanitaria. Ojalá el señor Presidente, tan elocuente para referirse a sus opositores, a la prensa y a los empresarios, abordara con contundencia este asunto. El titular de primera página de EL TIEMPO lo dice todo. “Se dispara drama de menores reclutados por grupos armados. En promedio se presenta un caso cada 30 horas y el subregistro es enorme… reclutamiento de menores, un crimen que sigue creciendo en medio de la paz total”.
Ya no le creo a nadie que se rasgue las vestiduras hablando de derechos humanos y calle por conveniencia acerca de esta tragedia y de estos crímenes. Si no regresan los menores reclutados y no cesa el reclutamiento, no pueden avanzar los procesos.
Y como si fuera poco, ahora informan en ‘Noticias RCN’ que el nuevo proyecto de reforma de la justicia contiene un compendio benevolente de beneficios para quienes cometen crímenes contra los niños y las niñas. ¿Es que quieren revivir la fallida Ley Herodes? Ojalá esto no avance y ojalá no sigan tolerando acciones salvajes. Los derechos de los niños son prevalentes. Lo manda la Constitución. Punto.
JUAN LOZANO
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