Para no parecerse a ninguno, el maestro Guillermo Angulo nació un 9 de abril en un ‘antioqueñazo’ de amor. Acaba de cumplir 94 años con puntualidad de reloj egipcio de arena. Como no vino a perder el tiempo, tan pronto ‘acigüeñizó’, el aries atacó la producción láctea de mamá, la ‘Negra’ Peláez.
El parto del chiquitín Guillermo fue normal. La comadrona se fajó a la hora de cortar el cordón umbilical, que enterró en la huerta. Su progenitora entró en vacaciones forzosas (= dieta) de 40 días en los que los platos rotos los pagaron aves de tacaño vuelo, también llamadas gumarras.
Biógrafo de sus amigos en su bello libro ‘Gabo más 8’, luce como Lola en sus quince. Ha sido fotógrafo, cinematografista, diplomático, periodista, conversador, trotamundos, cronista, orquideólogo, gocetas, abuelo tardío y editor..., el cargo en el que más a gusto se ha sentido a lo largo de sus días y sus noches.
Lo conocí y ‘padecí’ como director y editor de ‘Ciudad Viva’, periódico (q. e. p. d.) de la Alcaldía de Bogotá que un despistado burócrata sacó del aire.
Es de los que corrigen con tanta sabiduría y certeza que casi le pide perdón al gazapeado por haberlo pillado in fraganti. Enriquece y corrige de tal forma y delicadeza que parece que le dijera a su ‘víctima’: Esto lo sabes tú, pero lo habías olvidado.
Fue encargado por el presidente Belisario Betancur de escoger a los doce mejores amigos de García Márquez para acompañarlo a recibir el Nobel de Literatura a Estocolmo.
Don Gabo, a quien retrató cuando estaba por cuenta del alzhéimer y con quien aguantó hambre en París y tomo champaña en Estocolmo, Madrid, Roma, Barcelona e intermedias, le regaló este mantra: “Ser buen escritor consiste en escribir una línea y obligar al lector a leer la siguiente”.
Ha aplicado esa receta a la hora de redactar sus textos, que han aparecido en revistas como ‘El Malpensante’. La receta Nobel la aplica también para los textos que enriquece de oficio ahora que no ejerce adscrito a ninguna nómina.
Los textos que le llegan de sus amigos que somos alumnos suyos en la sombra, este Clemente Manuel Zabala de Anorí suele comentarlos y desguazarlos con humor de la mejor ley y con sabiduría y amor de abuelo de Martín. Larga vida para el hombre que en vida reencarnó en orquídea.
ÓSCAR DOMÍNGUEZ GIRALDO