Si el barón Haussman, gran planificador de la ciudad de París, o si L’Enfant, el irable urbanizador de Washington, se levantaran hoy, encontrarían que sus diseños y trabajos urbanísticos, aun hoy, 150 y 200 años después, son ejemplo de belleza y eficiencia, habiendo creado dos de las ciudades más hermosas y mejor planificadas del mundo. Triste contraste con Bogotá, megápolis de más de ocho millones de habitantes, urbanizada por unos respetables es cuyas erradas decisiones en los últimos 22 años la han convertido en una ciudad caótica con el peor tráfico del mundo, según lo registra el Financial Times.
Los malos resultados son consecuencia de decisiones equivocadas, producto de unas tesis inspiradas en Dinamarca que se estrellan contra la realidad de Cundinamarca, pues le apostaron a una movilidad ciudadana basada en bicicletas y buses, sacrificando la construcción oportuna de un sistema que incluyera el metro y el desarrollo de autopistas urbanas con peajes electrónicos que hubieran evitado el caos que vivimos. La realidad hoy es que no hay metro, no hay vías y la ciudadanía no se montó masivamente en la bicicleta, están abandonando los buses y está optando masivamente por las motocicletas, sin abandonar en ningún estrato social el transporte en autos privados y públicos.
La séptima
En los próximos días, dentro del contexto descrito y con la misma filosofía, se pretende licitar lo que han llamado el corredor verde, propuesta que afectará muy negativamente más de 230 barrios del borde nororiental de la ciudad. Este corredor, que no avenida, pretende convertir la séptima en una vía vehicular exclusivamente entre el sur y el norte, eliminando en la práctica el carril vehicular occidental de norte a sur, para construir un TransMilenio y una amplia zona semipeatonal, emulando el fracasado corredor de la séptima entre la 26 y la plaza de Bolívar.
Se argumenta que es necesario construir este pasillo, por la gran congestión de la séptima y la consecuente demora en trasportarse desde la calle 200 al centro de Bogotá. Se omite decir que buena parte de la congestión se debe al taponamiento del costado occidental de la séptima desde la calle 104 al sur, creado por la istración Distrital cuando a espaldas de la ciudadanía implantó la ciclovía, reduciendo sustancialmente el espacio para los vehículos privados y públicos, aprovechando la ausencia de tráfico durante la pandemia.
La semipeatonalización del costado occidental del séptima y la desviación del tráfico afectarán a más de un millón de personas en su vida diaria, pues dificultarán el a todas las viviendas
La semipeatonalización del costado occidental de la séptima y la desviación del tráfico afectarán a más de un millón de personas en su vida diaria, pues dificultarán el a todas las viviendas y construcciones en el costado occidental de la séptima y sus áreas de afectación, utilizando la once y la circunvalar como rutas de escape, creando un estrecho embudo debido a que la Circunvalar no es realmente una avenida, sino una cadena de retazos de vía de barrio entre las calles 92 y 70, que se unieron aleatoriamente desde la época del alcalde Julio César Sánchez. Se olvida también que en el tramo norte entra también el tráfico pesado y liviano proveniente de La Calera, con lo cual en las horas pico esta vía se colapsa.
En resumen, la propuesta del corredor verde no mejorará la movilidad de la ciudad, desperdiciará unos recursos cuantiosísimos, más de 3 billones de pesos, y causara un perjuicio económico y en calidad de vida de los habitantes de los más de 230 barrios a los que afecta esta absurda propuesta. A ese perjuicio se sumará que al paso de tortuga con que suelen ir las obras realizadas por el IDU, su construcción puede durar hasta una década, más cuando a la fecha ni siquiera se cuenta con todos los diseños que requiere una obra de semejante envergadura.