De pulso empresarial a ‘round’ de abogados, de toma hostil a pleito en las cortes colombianas, de hombres de negocios a legiones de abogados, de familias prestantes a clanes litigantes, de es exitosos a egos indomables, de faros corporativos a sombras empresariales, de inspiración para jóvenes a decepción para millones, de modelos a seguir a ejemplos para no repetir, de generadores de valor a destructores de valor.
Como si se tratara de la saga de una mala película, vuelven a enfrentarse en las más altas cortes colombianas y extranjeras dos poderosísimos grupos económicos del país: la familia Gillinski y el Grupo Empresarial Antioqueño, dueños de una décima parte del producto interno bruto de Colombia, enfrentados durante una década por el pleito BIC-Bancolombia, y ahora arrancando una batalla legal por Nutresa.
Guerra que arranca en un momento histórico y trascendental para el país, en una época donde todos los reflectores están puestos sobre el comportamiento de los empresarios y banqueros, diabolizados desde las más altas esferas del actual poder político.
A nivel nacional, satanizados por el primer presidente de izquierda de la historia, Gustavo Petro, quien recientemente lanzó duros dardos contra banqueros por pensiones y los acusó de impedir el cambio desde los medios de comunicación que son dueños. Vainazos que se suman a las voraces pullas que les lanzó en campaña, acusándolos repetidamente de ser una oligarquía.
A nivel local, satanizados desde la alcaldía de Daniel Quintero, quien viene acusando fuertemente al Grupo Empresarial Antioqueño y a algunas empresas que hacen parte de él, como Grupo Argos, de comportarse como un cartel. Quintero los señala de asociarse para conseguir sus objetivos a cualquier precio, pasando por encima de otros y vulnerando los derechos de los más débiles.
Teoría conspirativa que encuentra eco, a juicio de algunos cuantos, en el enroque defensivo del GEA y su negativa de venderle sus acciones en Nutresa a la familia Real de Abu Dabi, socia de Gilinski en la toma hostil más sonada de Colombia en décadas.
Toma que empezó hace justo un año, con una sorpresiva oferta pública de adquisición (opa) en la bolsa, para comprar entre el 50 y 62 % de Nutresa, con la meta de controlar la empresa y, por esa vía, controlar todo el GEA. Ajedrez para el cual movieron todas las fichas e hicieron una seguidilla de ocho opas para entrar también a Argos y Sura, esta última paraguas del Grupo Bancolombia, manzana de la discordia entre la anterior generación de los Gilinski y el otrora Sindicato Antioqueño.
Dos poderosos grupos económicos del país que generaron valor como pocos en la historia, pero que ahora van a volver destruir valor, si esto dura lo mismo que el pleito Bic-Bancolombia y se convierte en una batalla legal y campal de egos, soberbias y descrédito.
Lo razonable, lo recto y lo decoroso no puede ser motivo de un pleito eterno, ni tiene precio por el que pueda pujarse. Ustedes, señores Gilinski y señores del GEA, deberían estar dando buen ejemplo en un momento de la historia donde todos los reflectores están puestos sobre los empresarios colombianos. Dios y la Patria os lo demandan.
PAOLA OCHOA