Esta vez sí la sacó del estadio la directora del Departamento de Prosperidad Social, Cielo Rusinque. Filas interminables en todas las ciudades del país, gente haciendo colas eternas para recibir un subsidio del Estado, pérdidas incuantificables en materia de productividad laboral, hombres y mujeres exhaustos de cuasi-mendigar por una ayuda económica del Gobierno colombiano.
Revolcón que terminó en catástrofe para los subsidios más importantes que entrega el Estado –Ingreso Solidario y Familias en Acción–, unificados por el actual mandatario y rebautizados como Renta Ciudadana, por Gustavo Petro. Vuelco que dejó por fuera a 2 millones de hogares pobres, en medio de una voraz carestía, en pleno enfriamiento de la economía, y a pesar de las advertencias de importantes técnicos, cuyas alarmas se estrellaron contra un muro de oídos sordos en el alto Gobierno.
Subsidios que anteriormente reclamaban 5 millones de hogares en docenas de bancos, miles de sucursales, millares de cajeros y un universo entero de billeteras virtuales en medios digitales como Movii, Nequi o Daviplata. Ayudas que hoy reciben únicamente 3 millones de hogares pobres y exclusivamente en la red del Banco Agrario, único banco público del país y escogido a dedo por el Gobierno para entregar dichos dineros.
En política, lo que está al alcance de la mano es siempre lo más difícil de atrapar, y lo que parece más fácil es la labor más ardua.
Ya lo decía el exrector de la Universidad Nacional Moisés Wasserman: “Es un ejemplo del daño que hacen los dogmatismos. En cualquier parte del mundo, Cielo Rusinque habría sido destituida fulminantemente”. Cierto que en otro lugar ya la habrían botado por improvisar con el estómago de millones de pobres. Pero ¿y si la intención del Gobierno no era facilitarles la vida a los más pobres, sino desplegar ante el país una propaganda de entrega de dineros gratuitos?
Considerando que en sus cargos pasados generó lealtades a cambio de subsidios –en Bogotá regaló agua, TransMilenio y otras dádivas–, ninguna realidad es para Petro más importante que la de ensalzar su propia generosidad ante el público. Lo saben todos los magos en propaganda política: lo que no se ve no existe; lo esencial tiene que ser visible a los ojos de todo el mundo. Filas interminables de gente en Cuba y Venezuela para recibir bolsas con alimentos son la piedra angular de la narrativa de asistencia social de dichos gobiernos.
Estrategia que en Colombia está a cargo de Cielo Rusinque, directora del Departamento de Prosperidad Social. Tarro de mermelada por excelencia y ahora frasco para cultivar clientelas hambrientas y dependientes de los dineros gratuitos de la istración Petro. ¿Réplica de las brigadas bolivarianas, como temen muchos? ¿Cálculo político para generar lealtades a cambio de subsidios?
¿Sucederá lo mismo con los pagos por no matar a los jóvenes de Buenaventura? ¿Qué pasará cuando se agoten los recursos para girarles esas mesadas? ¿Cuándo, en unos años, no haya dinero para darles esa ayuda? Ninguna caja de fondos es infinita y todo eso se puede devolver como bumerán cuando se agoten esas platas.
Acá vale la pena traer a colación el sabio proverbio chino: “No le des peces a tu hijo, enséñale a pescar”. Porque si lo acostumbras a conseguir las cosas sin esfuerzo, lo harás dependiente de ti por siempre.
PAOLA OCHOA
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