Enfrentamos el grave peligro de la complacencia generalizada frente a una istración Petro obsesionada con su ideología anti sector privado. Se nos ha vuelto costumbre concluir que “las cosas van bien”, simplemente porque hasta la fecha hemos logrado, gracias a nuestra institucionalidad, evitar irnos al barranco en el que ya ha caído el grueso de América Latina.
Pero no nos engañemos, hemos entrado en una fase de elevada fragilidad macrofinanciera e institucional en estos años 2023 2024, cuando los errores se nos estarán cobrando con creces en lo económico y lo social. La ideología izquierdista petrista está empañando la oportunidad que teníamos de complementar las aceptables reformas tributarias –las de septiembre de 2021 y diciembre de 2022– con sensatos correctivos en salud, focalizado en las CAP; en lo laboral, promoviendo la formalización, y en lo pensional, desmontando regresivos subsidios y promoviendo apoyos a los ancianos pobres.
Mientras el círculo cercano a Petro lo postula –falsamente– como un “keynesiano ambientalista”, el grueso de su gabinete les hace coro a sus acciones antiestablecimiento, en lo energético, en lo laboral y en los delicados temas de seguridad social. Colombia venía destacándose por buenas ejecuciones en estos frentes, luego es un gran error virar en la dirección antimercado, cuando lo requerido son afinamientos en estas asociaciones público-privadas. Petro gobierna –aun bajo su crisis política reciente– con testaruda ideología izquierdista que desconoce los hechos en prácticamente todos los temas que aborda.
Petro acaba de increparle al Banco de la República (BR) su “pasividad” frente a la pobreza y lo llamó a imprimir billetes a favor de los más necesitados. Tal despropósito forzó al gerente del BR, Leonardo Villar, a dar detalladas explicaciones sobre cómo ese tipo de actuaciones irían en contravía del mandato constitucional de preservar el valor adquisitivo del dinero. Acceder al populismo petrista implicaría precisamente generar mayor pobreza e inestabilidad macroeconómica.
Dada la resiliencia de nuestra economía (2020-2022), Colombia todavía disfruta de a mercados, luego esto hace innecesario el financiamiento directo al gobierno por parte del BR. Sabemos que, en sus años universitarios, Petro poco disfrutó de los temas financieros; y durante su prolongado periodo en el Congreso dio muestras de su poco entendimiento de estos temas. Luego, ya como Presidente, le correspondería dejar en manos de minhacienda el delicado manejo de estos temas. Cabe recordarle a Petro el gran daño que hacen sus desatinadas intervenciones macrofinancieras, elevando los ‘spreads’ de riesgo-país. Ahora esos mercados interpretan que nuestra fortaleza institucional podría detener sus locuras, frenando así la marcada devaluación que traíamos.
Un segundo tema que afecta negativamente la tarea del BR tiene que ver con las acciones gubernamentales que promueven la inercia inflacionaria. Haber reajustado el salario mínimo en 16 % en 2023, tras el 10 % en 2022 –gobierno Duque–, termina validando la aceleración de la inflación, la cual saltó del 6 % en 2021 al 13 % en 2022 y al 12,4 % actualmente. Dados los excesos de demanda y complicaciones globales de oferta, todavía tenemos alto riesgo de cerrar con una inflación de dos dígitos en 2023, muy por encima de la meta del 3 %. Esto quiere decir que el BR tendrá estrecho espacio para pensar en reducir sus tasas de interés respecto del actual 13,25 %, precisamente cuando la economía más requeriría contar con apoyos contracíclicos y evitar caer en crecimientos negativos en este difícil 2023.
Mientras más apoyos gubernamentales encuentre el BR en su tarea de contención inflacionaria, más efectiva será la tarea de nuestro banco central a la hora de apoyar la idea de tenerse un costo crediticio que nos permita regresar a nuestro crecimiento potencial en el 2024.
SERGIO CLAVIJO