Esta semana se armó un alboroto en redes sociales por culpa de un captcha en el portal Mi Vacuna. Un captcha es un pequeño reto diseñado para que sea fácil de resolver para un ser humano, pero difícil para un computador. Se usan para impedir que s malintencionados, por medio de computadores programados para ese fin, cometan actos de fraude o sabotaje contra servicios en línea. Seguro que ya les ha tocado: nos hacen marcar en un tablero las casillas que contienen semáforos, avisos, pasos peatonales, etc., para demostrar que somos humanos y no máquinas. Y al final, para permitirnos avanzar, nos obligan a afirmar una cosa insólita, un juramento que solo podía existir en estos tiempos de modernidad descarriada: “No soy un robot”.
Pues algunos s del portal Mi Vacuna, que no eran robots, se quejaron de que se los obligara a resolver una operación matemática (como “95 - 46 = ?”) para ingresar al sistema. Coincido en que ese captcha matemático era mala idea. No porque un humano no pueda resolver una simple resta, sino porque el propósito del test es que un computador no pueda superarlo, y si hay algo que los computadores hacen bien son operaciones aritméticas. Cierto, los números estaban algo distorsionados para hacerlos más difíciles de leer, pero entonces el reto no era matemático, sino óptico. Habría bastado con pedirle al que copiara manualmente las cifras.
Lo del captcha no es grave, pero no es el único problema que ha tenido Mi Vacuna. En febrero, cuando fue lanzado el portal, se cayó a las pocas horas. Y este mes, por culpa de un ataque informático –bastante vil, por cierto– quedó fuera de servicio varios días.
Ahora, los inconvenientes de Mi Vacuna, aunque muy serios por lo que está en juego, son mínimos comparados con los que han presentado otras plataformas digitales del Estado colombiano: el Runt, la Registraduría, el Muisca, etc. Las historias de contadores y pequeños empresarios que lidian con el portal de pago de impuestos de la Dian dan para una serie de terror de varias temporadas.
La infraestructura digital de un país es tan importante como la infraestructura física de puentes y carreteras.
La infraestructura digital de un país es tan importante como la infraestructura física de puentes y carreteras. Pero, a diferencia de un puente mal hecho, el ciudadano no puede ver un algoritmo o una base de datos, lo que hace más difícil hacer veeduría. Los jóvenes no tienen por qué saber esto, pero en la televisión nacional hubo una vez un espacio llamado el ‘Festival nacional del hueco’. Cada semana el presentador y unos payasos visitaban algún monumental cráter de alguna calle bogotana, medían sus dimensiones con una cinta de costurero y las anunciaban al aire victoriosamente, en medio de un jolgorio de papayera. Era el estado del arte de la denuncia ciudadana en Colombia, circa 1990. Si usted lo recuerda, está priorizado para vacunarse.
Con la infraestructura digital no se puede hacer eso (aunque ganas no faltan), pues, como digo, no se ve, solo se padece. No estaría de más, por tanto, que existiera una veeduría u observatorio, ciudadano o académico, enfocado en la calidad y el cubrimiento de los servicios digitales del Estado, integrado por técnicos a los que se les permita acceder a los códigos y las tecnologías implementadas.
Se lograrían, como mínimo, tres objetivos. Primero, mejorar la eficiencia de dichos servicios, algo invaluable ahora que, como está ocurriendo con el comercio, cada vez más trámites se hacen por canales electrónicos. Segundo, se eliminarían muchas oportunidades de corrupción por parte de tramitadores o funcionarios que cobran plata para facilitar diligencias. Y tercero, sería una manera de fortalecer la confianza ciudadana en las instituciones, algo cuya necesidad ha quedado en evidencia tras el último mes de marchas y manifestaciones.
Thierry Ways