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Un paisaje inaceptable
¿Qué pasará por la mente de un criminal, en vísperas de cometer el asesinato de un ministro?

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Aunque desde aquella época han rodado ríos de tinta sobre este caso, y son varias las versiones sobre las circunstancias y autores de tan repudiable hecho, a mí me llama la atención saber qué ocurría en la antesala del magnicidio, no para justificar de manera alguna el proceder de los criminales que planearon, organizaron y ejecutaron tan abominable evento, sino para tratar de entender la naturaleza humana de unos individuos que tienen la sangre fría para concebir y realizar ese tipo de “trabajos”.
Empezando por los que dieron la orden, me pregunto con qué criterio habrán resuelto convertir en blanco de su maldad al joven ministro de Justicia. Al tratarse de la figura más representativa de la ley en el país, ¿no habrán pensado en la reacción del Gobierno? ¿O habrán creído que de esa manera lo iban doblegar? Aparte de silenciar la voz de un valiente funcionario, que se atrevió, casi en solitario, a desafiar el poder intimidatorio y corruptor de la mafia, ¿qué más esperaban conseguir con ese atentado?
Y, en cuanto a los pistoleros, ¿conocían estos la importancia del personaje que iban a eliminar? Cuentan los registros judiciales que en muchas ocasiones los gatilleros actúan casi a ciegas, pues no es mucha la información que sus patrones les dan a la hora de asignarles la misión, ya que mientras menos datos tengan, menos posibilidades hay de que se filtre información que pueda arruinar sus planes.
El magnicidio de Lara Bonilla obligó a Belisario Betancur a darle un giro de 180 grados a su postura sobre la extradición.
Por otra parte, ¿qué pasa por la mente de unos criminales, en vísperas de un magnicidio? Y, si sobreviven y cumplen con su objetivo, ¿qué pensarán después? ¿Sentirán algo de remordimiento?
Ahora bien, más allá de este caso en particular, ¿qué pensarán los delincuentes horas y minutos previos a un gran golpe? ¿Medirán las consecuencias de sus fechorías, o no les importará lo que pase luego? ¿Se despedirán de sus familiares y amigos, antes de cometer una atrocidad de esas características? Más aún: ¿qué sentirá un sicario al disparar contra una persona?
En un país en el que la violencia es crónica y los asesinatos son cosa de todos los días, estas, que podrían parecer preguntas retóricas, a mí me resultan inevitables; tal vez porque me niego a resignarme a que el sicariato haga parte del paisaje.
* * *
Colofón. Imperdonable error comete un médico al referirse a una mastectomía como una “mutilación”, y a los tratamientos contra el cáncer de seno como un simple “negocio”. Y la falta es más grave aún si ese médico es nada menos que el ministro de Salud. Aunque no es la primera salida en falso de Guillermo Alfonso Jaramillo, por anteponer la demagogia a la ciencia, esta vez ha demostrado una absoluta falta de sensibilidad y de empatía con las mujeres que han padecido tan terrible enfermedad y por los médicos que la combaten. En un gobierno serio, las disculpas del ministro deberían tener como posdata una nota de renuncia irrevocable...
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