Seguir callando lo que no parece relevante. Se habla de equidad y derechos solo el 8 de marzo y el 25 de noviembre, dando por hecho que el resto del año hay temas más interesantes e importantes.
Las investigaciones y los estudios hacen su aparición triunfal en estos dos meses, y qué decir del lugar que ocupan los crímenes contra las mujeres en Ucrania, la Franja de Gaza, Yemen, Siria o Sudán. En Nicaragua y Venezuela ni siquiera están en el léxico de gobernantes y políticos.
La que sí sigue latente y anónima es la violación. El desastre silenciado de la violencia sexual en todas sus formas se extiende, como con un covid. Y no hay vacuna alguna que detenga a la plaga, porque quienes están en el poder y manejan el poder, los medios de comunicación, los analistas y expertos y hasta para la misma opinión pública le hacen honor a su propagación al no mencionarla ni ponerla como prioridad.
Precisamente en Venezuela, donde todos tiene el foco en Nicolás Maduro, en Edmundo González, en el petróleo, los militares, la dictadura, las elecciones irregulares y las manifestaciones masivas, no se habla en ningún espacio de los centenares de mujeres, jóvenes y niñas que son agredidas sexualmente a diario. Son las menos importantes, ya que "eso es lo normal".
De por sí, el único informe que se ha conocido en los últimos años sobre el tema es de Wola (Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos). La documentación de algunos casos, los emblemáticos por ser de activistas reconocidas, es escalofriante y de un calibre de barbaridad absoluta. Incluyen abortos forzados y sodomizaciones.
Pero el número y los rostros desconocidos son miles de miles.
Las detenciones, en su mayoría arbitrarias, sustentadas en planes terroristas, espionaje o actos de sabotaje han pululado y cobijan a lideres y lideresas sociales, periodistas, políticos, activistas, defensores de derechos humanos y funcionarios judiciales. La organización venezolana Foro Penal documentó 15.792 detenciones entre marzo de 2023 y enero de 2024. De ese número, el 45 por ciento fueron mujeres y, según los testimonios allegados por familiares y defensores legales, casi todas afrontaron violencia sexual de múltiples formas.
A esto se suma el otro drama. El de las mujeres y niñas inmigrantes. Las venezolanas que han dejado el país y recorren interminables caminos.
A la fecha no existe una sola investigación por esos delitos.
En los diferentes centros de reclusión fueron sometidas a torturas para obligarlas a confesar supuesta participación en acciones de terrorismo.
Los métodos, que son en verdad crímenes, incluyeron violencia física selectiva en sus genitales con descargas eléctricas y laceración, desnudez forzada, tortura sicológica y registros corporales invasivos a las familiares cuando se les permitió visitarlas. Pero también se las ha vulnerado violentamente al no facilitarles elementos básicos de higiene para la menstruación de las detenidas. Han sido obligadas a permanecer con su ropa manchada y a muchas las han llevado en esta condición a las audiencias judiciales. Humillación total.
Esto en las prisiones. En la calle la violencia es a otro precio.
Se han creado redes de explotación sexual, victimizando a las mismas mujeres que hacen parte de los núcleos familiares de los detenidos so pena de desaparecerlos. Varias organizaciones de mujeres, que ahora deben ser clandestinas para autoprotegerse, señalan a integrantes de la fuerza pública como los principales ‘clientes’, que obviamente no pagan.
Un drama incalculable que no se menciona.
A esto se suma el otro drama. El de las mujeres y niñas inmigrantes. Las venezolanas que han dejado el país y recorren interminables caminos. Miles de violaciones en estos trayectos y ni una sola denuncia porque no hay ante quien hacerlo, porque no les creen, porque el miedo puede más que el hambre y la justicia. Humillación.
Venezuela está a horas de sellar otro capítulo político y social de su historia. Que no se le olvide al mundo que la violencia sexual hace fila al lado de los hechos que se inmortalizan.