En un mundo globalizado como el actual, la justicia social debe ser el objetivo central que oriente todas las políticas internacionales, nacionales y regionales.
Es primordial tomar conciencia de la realidad y formar en sus deberes futuros a los jóvenes, que van a ser los responsables de los diversos engranajes de la sociedad. El estado salvaje e indigno que sufrimos en todos los continentes nos hace más bárbaros que personas sensibles. El planeta se enfrenta a retos existenciales como jamás, pero la sociedad, ahora globalizada, en vez de conciliarse, está cada día más fragmentada.
Precisamente, hace unos días el titular de la ONU señaló, en la Conferencia de Seguridad en Múnich, que la comunidad internacional debe reforzar la arquitectura global de paz y seguridad para hacer frente a los desafíos reinantes. Por desgracia, los gobiernos de todas las latitudes suelen hacer caso omiso de estos compromisos y millones de civiles están pagando un precio terrible, con cifras récord de muertos y desplazados.
Solo promoviendo una agenda de globalización justa, centrada en los derechos fundamentales, mejoraríamos los contextos con la fuerza de la cohesión. Quizás sea saludable, por consiguiente, repensar estilos nuevos de vida.
Sin embargo, tenemos un déficit de esperanza. Cuesta creerlo, pero aunque hayamos alcanzado niveles de desarrollo verdaderamente ventajosos, el horizonte de las desigualdades y el volcán de los conflictos nos están deshumanizando por completo, con hechos verdaderamente crueles e inhumanos.
En consecuencia, tampoco me extraña que cada vez haya más partidarios de crear una Coalición Mundial por la Justicia Social de universal alcance. En efecto, hemos de centrarlo todo en la ciudadanía y sustentarlo en los derechos, con las recíprocas obligaciones. Ahí radica la clave en salir de este mundo de tormentos, políticamente interesados, que nos esclavizan y nos impiden volar en relación.
No es posible cruzarse de brazos, y conformarse con lo conseguido hasta ahora. La solidaridad como la justicia o la misma ternura hay que trabajarlas a diario; y más ahora abriéndonos al mundo, pero tampoco como instrumento de dominación, sino como servidores de los que no tienen voz, reivindicando la mayor de las justicias sociales, el nosotros como especie, con un proyecto de vida decente para todos.
VÍCTOR CORCOBA HERRERO