Si a estas alturas del gobierno Petro para nadie es un misterio, sino alarmante realidad, que el país está llegando a inéditos niveles de negación, atropello o eliminación violenta de factores indispensables para llevar una vida digna en vez de cuanto hoy se estila, entre mucho y por ejemplo, inseguridad urbana y rural, alzas en bienes y servicios, inequidad salarial, ‘retenciones’, desplazamientos, niñez desamparada, estafas al erario, miseria anciana, raponazos fatales, desaparecidos del mundo para siempre, en fin, será un despropósito sugerir, con todo respeto, como dice Yamid en su Pregunta televisiva, que el mandatario explique a todos los colombianos, en sencillos términos caribes: “Ajá, ¿qué es lo que pasa aquí, ah”?
Obvio que mucho de esto ya ha sido tema ampliamente expuesto, con decencia y sin ánimo vindicativo alguno, en medios de comunicación por plumas y voces autorizadas o en diversos sectores de la población colombiana ejercitando legítimos derechos. Pero conviene insistir, porque los densos nubarrones de incertidumbre, miedo, injusticia y desesperanza que siguen oscureciendo el panorama nacional aquí y allá y más allá no tendrán merma alguna, sino aumento, mientras el Gobierno no ceje en el empeño de imponer su soberana decisión de mandato imperial, disimulada en ironía y sarcasmo contra casi todo lo que se mueva y en especial (¿a qué negarlo?) en teatralidad oratoria con escasos aplausos parlamentarios.
Vean ustedes lo de hoy: incumplimiento, ya vuelto paisaje, a múltiples compromisos oficiales; crisis en un gabinete ministerial manejado a capricho, oyendo voces familiares para retirar a los mejores y llamar reemplazos fugaces; delegación de funciones en comisionados impredecibles o en ministros (Interior, Relaciones Exteriores, Minas, otros) bien intencionados pero de probada incompetencia; negarse a cumplir una medida de suspensión temporal (¡no destitución!) de un alcalde, dispuesta, con estricto apego al ordenamiento jurídico vigente, por nadie menos que la señora Procuradora General de la Nación; posesionar como primera ministra de la Igualdad a la vicepresidenta Francia Márquez, con ¡cinco viceministros!, jugoso presupuesto y numerosa burocracia para presencia en todo el país; en fin...
Y aquí la línea final, dirigida al Gobierno: es muy temprano para soñar una belleza como la ‘paz total’, y un imposible como ¡Colombia, potencia mundial de la Vida!
VÍCTOR MANUEL RUIZ