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¿La gente se alegra cuando usted llega, o cuando se va?
Si estamos vivos es para dejar huellas, no cicatrices. A eso vinimos.
En serio y con honestidad, respóndase esta pregunta. Cuando usted llega a su oficina, ¿se alegran o están esperando a que usted se vaya para hacer fiesta? Y en su casa, ¿cuál es la reacción de su familia a su llegada? ¿O es el perro el único que sale feliz a recibirle?
De fondo, ¿sabe usted cuánto valor les está aportando a los demás?
No se trata de darles dinero, regalos o cumplidos, tampoco de crear o mantener estatus o prestigio para generar iración o respeto. Se trata del verdadero valor que su vida puede aportar.
Como decía la poeta y activista Maya Angelou, la gente olvidará lo que usted dijo, lo que usted hizo, pero nunca olvidará cómo la hizo sentir.
Si estamos vivos, tenemos el poder de elegir y elegir de nuevo –tantas veces como sea necesario– nuestra actitud, acciones y reacciones.
Tenemos el poder de elegir poner la cara, pedir perdón cuando corresponda, y de volver a empezar.
Carolina Angarita, miembro de Women In Connection Foto:Carolina Angarita
El poder de elegir cambiar la reactividad negativa que nos conduce por un espiral descendente, por la responsabilidad que nos empodera.
Elegir hacer una pausa y respirar en medio del conflicto, para poder también elegir nuestras palabras y cambiar el rumbo de una situación antes de llegar a un lugar que solo traerá arrepentimiento.
Tenemos la libertad de crear relaciones humanas verdaderas, no las típicas relaciones transaccionales aceptadas socialmente –las de “usted me sirve para… y yo a cambio le doy”…–, sino relaciones auténticas, desde quienes somos de verdad. No desde las máscaras de los personajes que nos inventamos para encajar o para agradar, porque en el fondo creemos que las necesitamos para ser aceptados.
La verdad es que nos contamos un montón de mentiras sobre el “deber ser” y con ellas hemos ido enterrándonos en vida con los mismos personajes que interpretamos –el ejecutivo o ejecutiva “perfecta”, el padre o madre “ideal”, el “buen” esposo o esposa, la hija o hijo “abnegado”–, tanto que cuando nos preguntan quiénes somos, nos definimos en automático con esas etiquetas. Los trajes que nos ponemos para interpretar tantos personajes terminan pesando mucho en nuestros hombros.
Y si le dijera que ninguno de esos personajes es usted realmente…
Hoy le pregunto: ¿Usted recuerda cuando tenía 7 años? ¿Qué soñaba? ¿Y se acuerda de cuáles eran sus ideales a los 15?
Ese niño o niña es aún usted, pero potencialmente mejor. Hoy quiero extenderle una invitación a que se rescate, a que se encuentre con usted debajo de todas las capas y los pesos que lleva encima. A que recuerde quién es y el valor que tiene sólo por ser usted y por haber vivido lo que ha vivido.
Es una invitación a que reconozca todo el camino que ha recorrido, todos los avances que ha hecho, todos los logros, todas las situaciones que ha superado. A que se mire al espejo y vea reflejado su valor. A que sepa también que ese valor se extiende cada vez que mira a los ojos con compasión en vez de rabia, cada vez que sonríe a quien lo necesita en vez de quitar la mirada, cada vez que dice una palabra de aliento en vez de una queja, cuando en vez de criticar, propone, y cuando en vez de destruir, construye.
Si estamos vivos es para dejar huellas, no cicatrices. A eso vinimos. Y en este momento del país necesitamos recordarlo y accionarlo más que nunca. De eso hablará nuestro legado.
CAROLINA ANGARITA
Escritora, conferencitas y miembro de juntas directivas