El país fue sorprendido en la mañana de ayer con la triste noticia del fallecimiento, a los 91 años, del empresario santandereano Carlos Ardila Lülle. El país y Latinoamérica, puede decirse sin exageración, porque Ardila Lülle, a través de sus empeños empresariales, llevó la representación de la industria nacional más allá de las fronteras.
Fue, sin duda, un hombre de empresa que marcó la historia industrial de Colombia. En este sentido, vale retomar palabras del presidente Duque al exaltar su legado: “Colombia pierde a uno de sus grandes transformadores económicos e industriales... fue una persona creativa e innovadora, que siempre quiso poner a Colombia en los grandes escenarios industriales a nivel mundial”.
En efecto. Lo que el país conoce como la Organización Ardila Lülle, uno de los conglomerados más importantes de Colombia, es el resultado de su visión de los negocios por el buen camino, de una reconocida disciplina y de una lucha ardua y ejemplar.
Se entiende mejor el mérito de empresarios como él cuando se conoce que este ingeniero, egresado de la Universidad Nacional, en Medellín, comenzó su quehacer laborando en la Compañía de Gaseosas Lux, propiedad de su suegro, en su ciudad natal, donde como gerente de planta creó una bebida con sabor a manzana, algo nuevo en el mundo, que a la postre sería el producto estrella de esa compañía en el mercado nacional.
Creó puestos de trabajo. Y ese es uno de los mayores aportes a una sociedad y a su país, más en estas épocas de dos dígitos de desempleo.
Lo que siguió fue una muestra de tenacidad y de descomunal capacidad de emprendimiento que se volvió un emporio y hoy da empleo a más de 40.000 personas. Y ese es uno de los mayores aportes a una sociedad y a su país, más en estas épocas de dos dígitos de desempleo.
No es el caso enumerar las distintas compañías, entre las que se hallan Postobón o ingenios azucareros, así como medios de comunicación como RCN, el diario La República y Win Sports.
Lo relevante es darle el valor justo a la importancia de crear empresa, de mantenerla, con no pocas tormentas que suelen afrontarse, más en naciones en vías de desarrollo. Porque cada vez, como pasa ahora en esta tremenda crisis del covid-19, que se cierran los aldabones de las industrias se quedan por fuera los trabajadores y se deja de producir. Eso se traduce en retroceso para los países y en dramas sociales.
Ardila Lülle fue cercano a sus trabajadores. Además, un hombre con sentido social. Más allá de sus quehaceres como empresario, no dejó de lado compromisos sociales, pues su firma ha sido benefactora de instituciones de carácter médico –una clínica lleva su nombre en Floridablanca–, así como promotora de actividades culturales y fuerte patrocinador del deporte colombiano.
Por lo que constituyó su nombre y su industria, Ardila Lülle mereció justamente varios reconocimientos, como la Cruz de Boyacá, en el gobierno de César Gaviria; o haber sido exaltado con el Premio a la Vida y Obra Empresarial por el diario Portafolio, de esta casa editorial, entre otros. Quien se va, con el deber cumplido, ha construido un emporio y, a su vez, ha sido un benefactor del país a través de uno de los más nobles propósitos, como es crear empresa, que es crear oportunidades.
EDITORIAL EL TIEMPO