El más reciente reporte del Dane sobre el índice de precios al consumidor (IPC) correspondiente al pasado mes de mayo confirmó lo que pronosticaban la mayoría de los analistas y expertos: el ritmo en el que se está reduciendo la inflación está bajando en Colombia. Según la organización nacional estadística, la variación anual del IPC registró 7,16 por ciento en el quinto mes del año, igual al reportado en abril pasado y 5,2 puntos porcentuales inferior a la del mismo período del 2023.
Esta tendencia no debe pasar inadvertida y amerita la mayor atención, aunque debe analizarse y abordarse en sus justas proporciones. La resistencia de la inflación a caer, al menos a niveles similares a los de otras economías de la región, se explica por la alta contribución de los arriendos y alojamientos –2,77 puntos porcentuales–, transporte –1,2 puntos porcentuales– y restaurantes y hoteles –1,02 puntos porcentuales–. A lo anterior se añaden los efectos del fenómeno climático de El Niño en alimentos y tarifas de servicios públicos, así como de la indexación.
No sobra reiterar que el dato del mes de mayo debe considerarse una “pausa”, tras trece meses consecutivos de caídas, en una senda de disminución de la inflación que debe sostenerse. La economía colombiana continúa registrando un IPC anual mucho más alto que el de otros países similares, con sus consecuencias negativas sobre la capacidad adquisitiva de millones de hogares. De hecho, en mayo pasado, esa baja del ritmo de caída de los precios de algunos alimentos golpeó con más dureza el IPC de los hogares más pobres y vulnerables.
Queda claro que la atención de los próximos meses estará no solo en retomar la reducción de la variación anual de los precios, sino también en el incremento de la velocidad de descenso. Esta ralentización llega en momentos en los que crecen los llamados, tanto del equipo económico del Gobierno como de banqueros y otros sectores productivos, para que el Banco de la República acelere el ritmo en el que está bajando la tasa de interés.
El IPC de mayo invita a la prudencia en la toma de decisiones futuras sobre las tasas de interés por parte del banco central.
Esta petición responde a la crítica situación de estancamiento que hoy atraviesa la economía colombiana y que requiere medidas para su recuperación. Sin desconocer la necesidad de continuar luchando contra la inflación, la junta directiva del Emisor debe ponderar asimismo la urgencia de inyectarles oxígeno a las actividades productivas. Es decir, no se puede dejar de lado la prioridad que hoy debe asignarse a impulsar e incentivar la reactivación económica.
El IPC de mayo invita innegablemente a la prudencia en la toma de decisiones futuras sobre las tasas de interés por parte del banco central. No obstante, esa cautela debe funcionar en doble vía: tanto para monitorear más cuidadosamente esas presiones inflacionarias que se resisten a ceder como para reconocer que el aparato productivo demanda aire y margen de maniobra para crecer y recuperar la dinámica perdida. La sostenibilidad en la reducción de las tasas pasa asimismo por atender la urgencia del crecimiento sostenido y estable de la economía. Los siguientes pasos en esa ruta deberían apuntar a un equilibrio que ayude a lograr ambos objetivos.