Se pasó otro año sin que fueran resueltas a plenitud las solicitudes de Bogotá y Cundinamarca para facilitar el suministro de energía adicional que requiere la región y evitar así un desabastecimiento en los próximos años. El último llamado lo hizo el alcalde Carlos Fernando Galán en el reciente congreso de la Asociación Colombiana de Generadores de Energía Eléctrica (Acolgén).
Allí, palabras más, palabras menos, señaló que la falta de redes de alta tensión podría traer problemas para Bogotá y los municipios aledaños, que se verían afectados en el desarrollo de nuevos proyectos con de energía pero condicionados a que se avance en la ubicación de las redes.
Se trata de un tema que completa más de una década de discusiones. Y la traba ha sido siempre la misma: razones ambientales y comunidades que impiden la ubicación de redes, líneas de transmisión y subredes eléctricas para atender una demanda creciente. Entre los proyectos estancados están las líneas de transmisión La Virginia-Nueva Esperanza, Chivor II y Sogamoso, cuyos trabajos debieron haber concluido hace años.
Mientras la humanidad avanza hacia modelos más sostenibles, acá seguimos enfrascados en debates sin consenso.
En el largo historial de demoras está el traslado de responsabilidades de una entidad a otra: Anla, Ministerio de Ambiente, CAR, etc., que constituyen el principal obstáculo para sacar adelante estos proyectos. Cabe señalar que la nueva ministra del sector, Lena Yanina Estrada, ha estado receptiva frente a la situación y ha prometido agilizar los procesos.
En medio de todo esto, hay que decirlo, también ha habido injerencia política de algunos líderes que han visto aquí una oportunidad electoral antes que una necesidad sentida. Decenas de proyectos innovadores, desarrollos urbanísticos y mejoras en la prestación del servicio están afectados por esta demora, teniendo en cuenta que, según el alcalde, se ha cumplido con las exigencias ambientales que se han solicitado.
La ciudadanía tiene que tener claro que hablamos de un tema de alta tensión. La energía es factor determinante para el crecimiento de una región. Y Bogotá y la sabana son fundamentales para la economía, comoquiera que generan el 30 por ciento del PIB nacional y proveen el mayor número de empleos.
Por otro lado, no resulta coherente que mientras la humanidad avanza hacia modelos más sostenibles para su desarrollo, acá sigamos enfrascados en debates sin ningún consenso. En pocos años tendremos metro y trenes regionales, y más buses de TransMilenio a base de energías limpias; cada día es mayor el número de vehículos eléctricos, así como el uso de patinetas y teléfonos celulares. Y todos requieren energía eléctrica.
Cualquier persona que esté pensando en crear empresa, en emprender y generar puestos de trabajo en Bogotá o Cundinamarca debe tener claro que el riesgo de no contar con un servicio eficaz es alto. Así lo han advertido las autoridades de la región. Ya son muchos años de discusiones, debates, argumentos y contraargumentos. Probablemente haya quienes simplemente no quieren cambiar de opinión. Y eso es respetable. Pero esa no es la actitud que deben adoptar las autoridades responsables de garantizar la prestación de un servicio esencial y en beneficio de las mayorías.