El año termina con una nota discordante para los trabajadores de Spotify, el gigante del ‘streaming’ musical. Daniel Ek, su director, anunció que despedirá a 1.500 trabajadores, el 17 % de la nómina. Es la tercera ronda de despidos en 2023. La compañía sueca, especializada en la distribución de música, pódcast y audiolibros por internet, cuenta con unos 570 millones de s, no obstante lo cual le ha costado generar rentabilidades. De los s registrados, 226 millones pagan por una suscripción. El resto utilizan la plataforma de forma gratuita, una de las opciones que ofrece, con limitado a sus servicios.
El caso de Spotify es relevante para la industria del entretenimiento por dos razones. La primera es que su modelo de negocio, en el que coexisten s pagos con gratuitos, es uno de los más comunes en la red. La idea, imitada por muchas empresas, es que haya suficientes s pagos para solventar la operación de la compañía y producir utilidades, y que quienes no pagan más adelante se sumen a los que sí. La habilidad de un gigante como Spotify de hacerlo funcionar es un mensaje que repercute en todo el ecosistema digital.
La segunda razón tiene que ver con los canales de distribución musical. La radio ha perdido importancia en lo que va del siglo, y los soportes tradicionales, como los discos de vinilo, casetes y discos láser, se han convertido en mercados de nicho. Todos han sucumbido a la hegemonía del ‘streaming’.
Esta forma de consumo de entretenimiento, aunque se ha vuelto dominante, no está probada como modelo de negocio. No solo los distribuidores están sufriendo: también los artistas se quejan de que sus ingresos se desplomaron desde que el mercado se volcó al consumo por suscripción.
Por este motivo, la suerte de Spotify está siendo observada con atención por analistas y aficionados. Del futuro de esa empresa puede depender la forma como disfrutaremos la música, uno de los entretenimientos más populares de la civilización humana.
EDITORIAL