Un Mundial imborrable

Fue, en un principio, un escándalo: el Mundial inesperado que llevó a la Fifa de las secciones de deportes a las páginas judiciales. De su controvertida sede, Catar, vinieron además las imágenes de un régimen con modos tiránicos, las noticias de persecuciones a las parejas homosexuales y las escalofriantes cifras de trabajadores que perdieron la vida en la construcción de los estadios. Una vez comenzaron a jugarse los partidos, el fútbol se convirtió en el gran protagonista.

Se dieron, como suele suceder, las eliminaciones inesperadas: Alemania, España y Brasil se quedaron por el camino. Se dieron, como se dan cada cuatro años, las gratas sorpresas: Croacia y Marruecos, tercero y cuarto en la tabla final, pusieron contra las cuerdas a los grandes equipos de los mundiales. Una generación de estrellas vio el ocaso de una serie de leyendas: Neymar, en el centro de una selección estupenda, vio de nuevo frustrado su sueño de llegar a una final; Cristiano Ronaldo, en uno de los peores momentos de su vida, se despidió sin pena ni gloria de esta clase de torneos; Lionel Messi, uno de los jugadores más grandes de la historia, fue una vez más el rey, e hizo vivir a los hinchas el momento cumbre de su épica.

Llegaron a una final que resultó la más emocionante de todos los tiempos, los dos mejores. La estratégica Francia, que superó todas las fases sin sobresaltos, salió a defender su título de hace cuatro años. La audaz Argentina, que con el paso de los partidos fue afinando su labor colectiva, tuvo claro lo que la afición esperaba de la última selección de Lionel Messi. Ambos merecían alzar la copa porque la belleza de su juego sirvió a la reivindicación del fútbol, pero fue el equipo latinoamericano, al final, el que tuvo la suerte de su lado tras un partido épico que será recordado por generaciones. Podría decirse que fue el mundial de Messi. Por fin. Que hubo un protagonista del relato. Y supo encarnar el amor del mundo por el fútbol. Para que en adelante se hable de Pelé, Maradona y Messi. Y de Argentina tricampeón.

EDITORIAL