Para muchos conocedores de los entretelones del poder en el Kremlin, la pregunta respecto a lo ocurrido el sábado pasado era más por el cuándo que por el porqué. No fue el caso de millones de personas en el mundo que aún no terminan de entender bien qué fue lo que ocurrió en Rusia con la rebelión de Yevgueni Prigozhin, jefe de la empresa de seguridad privada Wagner, que puso a temblar por unas horas al régimen de Vladimir Putin.
Cuando muchos presagiaban un escenario de confrontación armada en la propia capital rusa, Prigozhin anunció que sus hombres habían optado, luego de tomar el control de Rostov del Don, por retornar a sus bases y renunciar –¿temporalmente?– a su idea de llegar a Moscú. El jefe mercenario, por su parte, permanece en un lugar desconocido al que habría llegado luego de haber acordado con el Gobierno que no se le abriría ningún proceso penal, gracias a la mediación del presidente bielorruso y aliado de Putin, Alexander Lukashenko.
Desde entonces las búsquedas en Google de “Grupo Wagner” aumentaron exponencialmente. La pregunta lógica de muchos era ¿de dónde salió este ejército privado capaz de poner en jaque a un régimen que se mostraba invulnerable? Los resultados muestran que no solo no es el único sino que es el fruto de una manera de ejercer el poder, la de Putin, y el desarrollo inevitable de un entorno –el Kremlin– en el que ambiciones privadas hace mucho canibalizaron a los objetivos públicos dando pie a una tensa coexistencia de intereses merecedores ya del calificativo de perversos.
De Wagner se puede decir que dicho ejército privado se ha fortalecido a expensas de prestar servicios de seguridad a empresas ligadas con el Kremlin y a sus funcionarios –que no es lo mismo que decir el Gobierno de Rusia– y que ha sido muy funcional para Putin en sus aventuras expansionistas, gracias a la lealtad que hasta el sábado tuvo de Prigozhin.
Hay dudas sobre qué decisión pueda tomar ahora el presidente ruso. No se descarta una nueva arremetida en Ucrania
Hay que resaltar en este sentido cómo Vladimir Putin había tenido cierto éxito en su esfuerzo por mostrarse ante el resto del planeta como la cabeza de un régimen monolítico. Ocultaba esta fachada la mencionada realidad de varias facciones en el seno del Kremlin en equilibrio cada vez más frágil, debido a la inflación, a la fuga de capitales y al desgaste que ha causado la aventura –agresión– en Ucrania.
Lo cierto es que el mundo debe tener los ojos abiertos, así parezca haber bajado de volumen la crisis: queda claro que Putin camina en terreno pantanoso y eso puede traer riesgos inesperados. Hay incertidumbre sobre qué decisión pueda tomar ahora el presidente ruso para desvirtuar todo lo que hoy se afirma sobre su debilidad. Bien puede ser una nueva arremetida en Ucrania.
Lo cierto es que quien hasta hace poco parecía intocable hoy se ve ante el peligro, real, de terminar devorado por las luchas internas, consecuencia inevitable de la manera como él mismo optó por gobernar y consolidar su poder. Más allá del desenlace de esta rebelión, la sola forma como alcanzó a avanzar la columna de tanques de Wagner, sin hallar mayor resistencia, fue suficiente para desnudar al Kremlin y así replantear, inesperadamente, el ajedrez de la geopolítica mundial.
EDITORIAL