El relato de la Navidad es hoy, más que nunca, la bitácora de la odisea de una familia hasta abrirle paso a la esperanza. Sucedió en Belén, junto a la Franja de Gaza, en la Cisjordania que hoy es istrada por la Autoridad Palestina, ante un cielo que dejaba ver las estrellas. En inglés suele llamarse “la misa de Cristo”: Christmas. Pero en español se ha acogido el término latino Nativitas porque suele pensarse como una historia de ilusión, de redención, de volver a la vida. Nace Jesús de Nazaret, en el principio del primer siglo según buena parte de los historiadores, para escapar de las opresiones y para reivindicar la vocación a la paz. Y su parábola es relevante en un mundo que sigue lidiando tantas guerras.
Cada vez está más claro el Jesús histórico: el predicador que durante un poco más de treinta años recorrió Galilea y Judea –esa región que fue escenario de tanto horror en los últimos meses de este año– y que fue crucificado durante el gobierno del prefecto Poncio Pilato. Cada vez es más necesario el Jesús mítico: ese niño tan esperado, tan amado, en épocas de desplazamientos y de intolerancias, y ese hombre con la mirada puesta en el horizonte, venido del cielo justo a tiempo, capaz de dedicarle la vida a llamar a la convivencia.
El relato de la Navidad, mítico e histórico, es el diario de una familia empobrecida que se ve obligada a refugiarse en un pesebre porque todas las puertas le son cerradas por el camino. Hace unas semanas nomás, cuando estalló la brutal guerra entre el grupo terrorista Hamás y el Estado de Israel, la Agencia de la ONU para los refugiados (Acnur) reveló que –por culpa de la guerra de Ucrania, las catástrofes en Somalia, la crisis en Afganistán, la pesadilla de Siria y los conflictos en Sudán, Congo y Birmania– el año 2023 pasará a la historia como el año en el que hubo 114 millones de desplazamientos forzados. La cifra colombiana es también escalofriante: solo en el primer semestre, según la Defensoría del Pueblo, 15.437 personas de 6.081 familias tuvieron que irse de sus casas antes de que la vida fuera peor.
La travesía de María y José suena, pues, a noticia de última hora, y resulta una invitación, urgente, a la compasión y a la solidaridad. La propia Novena de Aguinaldos, escrita en 1743 por el franciscano quiteño Fernando de Jesús Larrea y reescrita por la madre María Ignacia a finales del siglo XIX, va llevando a quienes la rezan al momento definitivo en el que a aquella familia perseguida, despreciada, no le queda más que refugiarse en una pocilga. Quienes sigan la costumbre de la Novena escucharán esta noche, en la lectura del Día Noveno, una frase que tiene todo que ver con el coraje y la esperanza: “Pero ha llegado la medianoche y de repente vemos dentro de ese pesebre antes vacío al Divino Niño esperado, vaticinado, deseado durante cuatro mil años con tan inefables anhelos”.
El 2023 pasará a la historia como en el que hubo 114 millones de desplazamientos. En Colombia, en el primer semestre, según la Defensoría del Pueblo, 15.437 personas tuvieron que irse de sus casas.
No hay que ser cristiano para leer, entre líneas, las ansias de una vida justa, de una vida en paz que se comparten de hemisferio a hemisferio. Cierto es que se han estado haciendo comparaciones sin matices sobre lo que sucedió en la noche de la Navidad y lo que sucederá esta noche en Gaza, y que las agendas políticas y las tendencias de las redes tienden a banalizar el drama humano, pero es justo pensar que con los miles de niños que han muerto en la guerra de estas semanas se han enterrado las mismas cantidades de ilusiones. No hay que ser agnóstico para comprender que cada una de esas vidas era un milagro que nadie tenía derecho a impedir.
La Navidad todavía es, sin embargo, ese relato de esperanza que heredamos de generación en generación. Si las familias se siguen reuniendo a ver las películas de la infancia y a leer las novelas de siempre, si las plataformas y las librerías vuelven a llenarse cada año de historias que suceden en el contexto de estos días abrumadores, pero llenos de propósitos, es porque las narraciones navideñas son un subgénero en el que personajes míticos o personajes comunes y corrientes recobran las ganas de vivir. Baste pensar en el señor Scrooge de Dickens, una vez más, para recordar que la Nochebuena es una oportunidad para la transformación.
Han sido tiempos duros, exigentes, estos que empezaron en el 2020 de la pandemia. Han sido años de guerras, de desplazamientos, de crisis económicas, de retos implacables para la salud mental de varias generaciones. Y la Navidad, con sus centros comerciales atestados, sus tradiciones y sus símbolos llenos de gracia, ha llegado en 2023 como un recordatorio de que vivir siempre ha sido transformarse, recobrarse. Feliz Navidad, queridas lectoras y queridos lectores de EL TIEMPO. Que la vida siga comenzando en cada casa.