Tras más de una década en una prisión de Estados Unidos, a donde fue extraditado para pagar una condena por narcotráfico, el exjefe paramilitar Hernán Giraldo Serna –uno de los más crueles señores de la guerra en Colombia– ha regresado al país.
Por ahora, ha sido enviado a la cárcel de Itagüí, a la espera de una definición sobre su situación jurídica. Giraldo, conocido como el ‘patrón de la Sierra’ y que de ser uno de los socios del narcotráfico de Pablo Escobar pasó a convertirse en capo regional y jefe paramilitar, por más de dos décadas mantuvo su poder criminal en el departamento de Magdalena. Allí, su grupo –‘los Chamizos’, que en la negociación de paz de la década pasada terminó graduado como ‘Bloque Resistencia Tayrona’– fue responsable de centenares de asesinatos, desplazamientos forzados y desapariciones. Y Giraldo perpetró decenas de abusos sexuales contra mujeres y niñas de la zona.
Aunque él está en el grupo de exjefes paramilitares que no perdieron los beneficios de Justicia y Paz (de hecho, sus abogados esperan que le concedan la libertad por pena cumplida), son múltiples las verdades que las víctimas de su terror en la Sierra Nevada de Santa Marta y sus alrededores aún continúan esperando. También siguen existiendo muchas zonas grises sobre su papel en el escándalo de la ‘parapolítica’, pues, a pesar de las evidencias de decenas de votaciones irregulares en las regiones donde su banda ejerció la violencia, incluso a nivel departamental, Giraldo no se distinguió particularmente por su colaboración con las autoridades para esclarecer este oscuro capítulo de la democracia nacional.
Tras su regreso, las autoridades tienen la obligación de garantizar que, como ha ocurrido en otras regiones, la presencia del antiguo capo no signifique el reverdecer de sus redes sicariales y de narcotráfico. Son múltiples las denuncias sobre el poder que cercanos a Giraldo siguieron ejerciendo en la región. Ante ello, Gobierno, Fiscalía y Fuerzas Armadas deben estar atentos.
EDITORIAL