A lo largo del siglo XX, la sobrepoblación fue denunciada como un riesgo para la civilización. China, hasta este año el país más populoso del mundo, impuso límites de natalidad. Poca consideración se le prestaba, en cambio, a la posibilidad de que la humanidad alcanzara un tope poblacional. Pero todo indica que tal escenario llegará antes de lo previsto, según hallazgos recientes.
No hay duda del impacto que la sobrepoblación puede tener en el planeta. Se requieren ingentes recursos naturales para satisfacer las necesidades de vida y los deseos de consumo de miles de millones de personas. El impacto del decrecimiento, o aun de la ralentización del crecimiento, es menos evidente, pero tiene consecuencias igual de complicadas.
Una de ellas es la dificultad para cubrir las mesadas pensionales de la población en edad de retiro. Muchos países, como ocurre parcialmente en Colombia, cuentan con los aportes de los trabajadores jóvenes para pagar las pensiones de los jubilados. Eso se vuelve rápidamente insostenible si hay más viejos que jóvenes, y más aún si, como consecuencia de una mayor longevidad, las personas viven más años después de jubilarse.
Vienen cambios en patrones de consumo y producción, y una necesidad inédita de servicios médicos y de cuidado.
Tener menos jóvenes significa también una menor fuerza laboral, lo que podría afectar el crecimiento económico de los países y frenar la reducción de la pobreza en el mundo.
Para mantener estable la población se necesita una tasa de fecundidad superior a la ‘tasa de reemplazo’, de 2,1. El nivel mundial actualmente es de 2,3, pero se estima que caerá rápidamente en las próximas décadas. Colombia ya está por debajo: su índice en 2021 fue de 1,72, según datos del Banco Mundial. La implicación es que la pirámide poblacional del país, que representa la distribución de la sociedad por edades, perderá progresivamente tamaño en los peldaños inferiores, que corresponden a niños y jóvenes, y se abultará en los niveles superiores. Como reportó la Misión Colombia Envejece, hoy 14 de cada 100 colombianos son mayores de 60 años. Esto es el doble que en 1985 y 40 % más que hace solo una década.
El envejecimiento de la población supone cambios en patrones de consumo y producción, así como una necesidad inédita de servicios médicos y de cuidado. Las personas mayores se enferman más, son más vulnerables y, conforme alcanzan edades muy avanzadas, requieren ayuda para las tareas cotidianas. El reto es doble, pues la transición demográfica no solo aumenta la necesidad de estos servicios, sino que reduce la disponibilidad de jóvenes que los ofrecen.
Otro dato para considerar es que el envejecimiento poblacional es consecuencia de un fenómeno relacionado con el desarrollo de los países: está demostrado que a medida que las sociedades se vuelven más prósperas, las personas tienen menos bebés. Pero ese resultado, que es buena noticia para la sostenibilidad, implica desafíos sin precedentes.
Urge, por tanto, que la sociedad colombiana se prepare para disponer de los recursos económicos, laborales, regulatorios, médicos, educativos, entre otros, con los cuales brindarle a su población mayor, cuyo número irá en aumento, una vejez saludable y apacible. Como la que merece todo ser humano.
EDITORIAL