Es una gran noticia: Encanto, la película de Disney basada en las culturas de Colombia, no sólo se ha ganado el premio Oscar a la mejor película animada del año pasado, sino que por medio de las emotivas interpretaciones musicales de nuestros artistas, por medio de la conmovedora versión de Sebastián Yatra de la canción Dos oruguitas y de la aparición de las voces colombianas del elenco en una desconcertante puesta en escena de la exitosa “No se habla de Bruno”, ha dado vida al regreso a la normalidad de una ceremonia televisiva de otros tiempos que con el paso de los últimos años se ha convertido en un verdadero reto en términos de rating.
Hoy se sigue hablando del infame manotazo que el actor Will Smith le dio al comediante Chris Rock, ofendido, según gritó, por una broma pesada sobre su pareja, pero la verdad es que sucedieron muchas cosas más que merecen ser reseñadas: Ariana DeBose, de West Side Story, se convirtió en la primera afrolatina queer premiada como la mejor actriz de reparto; Jane Campion, la brillante cineasta de El piano y Un ángel en mi mesa, resultó ser la tercera mujer que es reconocida como la directora del año; Coda, la nueva versión de la sa La familia Bélier, terminó llevándose la estatuilla a la película del 2021.
Quedaron en pie las preguntas sobre la decadencia de esta clase de eventos, sobre cuál es la función de los Óscar en tiempos en los que los largometrajes duran tan poco en los cines, sobre la vocación de la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood a premiar los valores políticos por encima de los valores artísticos de una película. Pero, en medio de los reconocimientos a artistas españoles, ingleses, japoneses, pakistaníes, quedó en el aire la sensación de que cada vez es más claro el aporte de la cultura colombiana a la comprensión de la experiencia humana.
Al recibir el premio, Byron Howard, uno de los directores de Encanto, dio las gracias a toda Colombia. Y sin duda sonó a un nuevo comienzo para la percepción externa sobre lo que somos y lo mejor que tenemos para aportar.
EDITORIAL