Han Kang, la estupenda novelista surcoreana que en 2007 revolvió los estómagos e inquietó los espíritus de los lectores con La vegetariana, acaba de recibir –a los 53 años– el prestigioso pero discutido hasta el cansancio Premio Nobel de Literatura. Ha sido un galardón justo, pero sobre todo ha sido un premio a una voz cruda, poética, osada, cercana a la vida como el gran arte. Han, autora de nueve novelas, cuatro colecciones de relatos cortos y dos ensayos, es la mujer número 18 y la primera mujer asiática en recibir el Nobel literario.
La cultura de Corea del Sur ha sido fundamental para continuar y revitalizar, en el siglo XXI, el retrato de los comportamientos humanos: en el mundo entero pueden encontrarse seguidores de bandas k-pop como BTS, Blackpink y Big Bang; de cineastas como Park Chan-wook, Bong Joon-ho y Kim Ki-duk; de series como El juego del calamar, The 8 Show y Estamos muertos. Hay algo vital, profundamente conectado con el drama humano, que se ha estado narrando desde esa nación: fue por ello, por la fuerza y por la originalidad de su narrativa, por lo que la Filbo de 2022 la invitó a ser el país invitado de honor.
Kang, sin duda, forma parte de esa corriente cultural que ha enriquecido las culturas del mundo: en palabras de Mats Malm, secretario de la Academia Sueca, "ella tiene una conciencia única de las conexiones entre el cuerpo y el alma, los vivos y los muertos, y, con su estilo poético y experimental, se ha convertido en una innovadora de la prosa contemporánea". Ningún premio está exento de controversia.
Un premio catapulta obras magníficas y puede ocultar otras que están a su altura. En el mundo del arte, además, resulta imposible determinar quiénes son "los mejores". Pero el reconocimiento a Kang es el reconocimiento a la garra, a la agudeza, a la investigación del ser humano que es renovada por las voces literarias irrepetibles, y es una gran noticia.