En medio de hechos como la inseguridad y los estresantes trancones que suelen ser parte del devenir de ciudades como Bogotá, hay otros que reconcilian y devuelven la esperanza. Uno de ellos, como lo registró este diario, es el exitoso plan piloto que involucra a ocho jóvenes vulnerables del barrio San Luis, que bordea los cerros orientales de Bogotá, quienes hoy se desempeñan, con orgullo y dedicación, como guardamoyas, pues se han convertido en guías y guardianes del sendero La Moyas, que pocos caminantes podían disfrutar.
La fundación Live Happy, con el apoyo de la fundación cerros de Bogotá hizo una apuesta por estos jóvenes habitantes de aquel sector, conocedores de la montaña, de su vegetación y su belleza, pero también de sus peligros, en especial por la inseguridad. De la mano de quienes les creyeron se capacitaron en senderismo, primeros auxilios, emprendimiento, ecología y recibieron taller de coaching.
Y qué grata sorpresa: Hoy, de martes a jueves ayudan a los que caminan por el sendero a hacer monitoreo y control para que lo puedan recorrer tranquilos. Claro, hay que pagar para poder subir, pues el camino cruza por dos reservas que son propiedad privada. Pero esa plata –15.000 pesos por subida o 60.000 por subidas ilimitadas al mes– va para un fin noble y se justifica plenamente.
Y es que aquí hay un claro gana gana, porque el proyecto no solo ha servido para unir en torno del objetivo de conservar la naturaleza a personas de muy diverso origen social, sino que les ha dado a estos muchachos emprendedores un horizonte de vida y un ingreso. Y, además, germina un ejemplo, pues no solo se están salvado los cerros, sino vidas, o llevándolas, literalmente, por buenos caminos. “Cuando uno tiene un fin común, en este caso los cerros orientales, todos trabajan juntos: aquí tenemos a dos sociedades muy distintas. Vale la pena buscar este tipo de espacio para cerrar la brecha social”, dijo Camilo Robledo de Live Happy. Sin duda.
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