Aunque las cosas siguen a media marcha, no hay duda de que el país despertó ayer del letargo propio del primero de enero. Hay hechos que confirman el arranque del año. Uno de ellos es el reajuste de ciertos bienes y servicios, como sucedió con combustibles y peajes, para solo citar un par de ejemplos concretos.
Otro lo constituyen las preocupaciones de siempre, que incluyen el devenir de la economía colombiana, tras las luces y sombras del año que acaba de terminar. Los más optimistas destacan la aceleración de la tasa de crecimiento hasta acercarse al 1,8 por ciento, junto con la reducción de la inflación a niveles apenas superiores al 5 por ciento anual. Resultados que hay que destacar en medio de un 2024 que empezó con alta incertidumbre.
Aparte de lo anterior, el desequilibrio en nuestras cuentas externas se redujo en forma apreciable, al tiempo que el comportamiento del desempleo sorprendió positivamente. Faltan los informes definitivos, pero por ahora muchos comerciantes reportan que la temporada navideña fue buena en ventas y que actividades como el turismo conservaron su fortaleza.
Todo ello alimenta la esperanza de que Colombia siga por la senda de la reactivación en 2025. Los cálculos que hacen diferentes entidades multilaterales y el propio Banco de la República hablan de una expansión al alza del producto interno bruto, que sería del 2,6 por ciento de cumplirse el pronóstico hecho por la Cepal.
Sin embargo, esa perspectiva alentadora no puede interpretarse como una invitación a bajar la guardia, pues los desafíos abundan. Ese es el caso del comportamiento de los precios, tras el reajuste de 9,5 por ciento en el salario mínimo adoptado por el Gobierno hace pocos días.
Uno de los desafíos seguirá siendo el de la estabilidad fiscal después de los tropiezos del año pasado y la inédita realidad presupuestal de ahora
Aquí el reto inicial es evitar que el incremento acabe siendo la pauta que determine los aumentos de los componentes de la canasta familiar. Con el fin de mantener las expectativas inflacionarias bajo control, la autoridad monetaria optaría por prolongar el proceso de baja de las tasas de interés.
No menos importante es enviar las señales para impedir que el salto en los costos laborales afecte el empleo formal y la creación de vacantes. En este caso no solo se trata de preservar la salud de las grandes empresas sino de la cafetería de barrio o el taller de confecciones, cuya viabilidad depende del valor de la nómina.
Y en otro plano, el gran reto seguirá siendo el de la estabilidad fiscal después de los tropiezos del año pasado y la inédita realidad presupuestal de ahora. Múltiples observadores han señalado que el desfase entre ingresos y gastos públicos es de tal magnitud que la única salida correcta es un recorte significativo a estos últimos.
Los llamados sobre el manejo responsable de las cuentas estatales son válidos a la luz de la mayor incertidumbre global. Aparte de los temas usuales, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca abre interrogantes en los planos financiero, comercial o geopolítico.
Tanto el nerviosismo de los mercados como la previsible fortaleza del dólar hacen más necesario que Colombia mantenga su casa en orden. De lo contrario, los vientos cruzados nos harán daño y la meta de un crecimiento más alto se vería frustrada, ya sea por la tasa de cambio o el costo de endeudarse. No queda de otra, así, que hacer bien la tarea para que el balance de 2025 resulte positivo.