Según lo acordado entre las partes, ayer fue el primer día de cese acciones ofensivas del Eln, en el marco del proceso de paz que adelanta con el Gobierno.
Un paso esperado, varias veces exigido, pero que estuvo antecedido por una serie de acciones violentas absolutamente contrarias a lo que se espera de un grupo guerrillero que necesita demostrar con hechos que su voluntad de paz es real.
El episodio más grave fue el infame secuestro, el lunes pasado en la noche, de la sargento segundo del Ejército Ghislaine Karina Ramírez y de sus dos hijos menores de edad, uno de ellos bajo el espectro autista. Los hechos ocurrieron mientras se desplazaban en su vehículo particular por el municipio de Fortul, Arauca. Las autoridades han dicho que el responsable del plagio sería el frente Domingo Laín. A este episodio se suman las banderas y los cilindros de gas que, con los colores de esta organización, aparecieron en la madrugada del martes pasado en zona urbana de Cúcuta, así como en la vía Duitama-Tibasosa, en Boyacá, sembrando el pánico entre la gente, que bien sabe lo que un artefacto de este tipo representa. Y sin que exista total certeza sobre los responsables, el asesinato de tres policías en Norte de Santander y el atentado con explosivos contra una estación de policía en el norte de Bucaramanga también le han sido atribuidos inicialmente a esta guerrilla.
Esta guerrilla no puede esperar que la mesa gane legitimidad si sus hombres solo generan miedo y rechazo entre la población.
A lo anterior se pueden añadir las provocadoras afirmaciones de la vocera de este grupo, Violeta Arango, con relación a la presencia de menores en las filas elenas. Desconociendo los múltiples y bien documentados casos de reclutamiento forzado de niños y niñas por la guerrilla que representa –que han documentado tanto las autoridades como investigadores independientes–, afirmó que los menores de 15 años en las filas podrán retirarse voluntariamente y que muchos de ellos ven en la pertenencia a este grupo armado un proyecto de vida.
Este escenario constituye un umbral indeseado para el cese del fuego, paso clave en la construcción de confianza entre las partes y de la ciudadanía hacia el proceso. Obliga al Gobierno, y en esto hay que ser claros, a reiterar el rechazo ante hechos tan viles como el secuestro de la sargento y de sus hijos; además, a enviar un mensaje categórico al país de que no habrá ingenuidad de quienes lo representan en la mesa, no obstante los hechos de los últimos meses que alimentan dicho temor.
Desde luego, de cara a lo que viene, hay que exigirle al Eln la liberación inmediata de la sargento, su familia y de todos los secuestrados en su poder. Y claridad respecto a temas que quedan en entredicho, comenzando por la suerte de los plagiados en caso de que no sean liberados. De igual forma, es necesario que esta guerrilla dé la cara, responda prontamente sobre su responsabilidad en todas estas acciones y lo que pretende con ellas estando ad portas de unos diálogos que generan incertidumbre entre la gente, cuando lo que se necesitaba eran hechos en las antípodas de los vistos esta semana. Esto para evitar que tomen renovado vigor viejas preguntas nunca resueltas acerca de su unidad de mando y, de nuevo, sobre qué tan auténtica es su voluntad de paz.
EDITORIAL