Sonaba increíble pero cierto: según podía verse en tantas publicaciones de las redes sociales, y constatarse luego más allá de la virtualidad, crecían a diario las cifras de personas dedicadas a las reseñas de libros, las cantidades de clubes de lectura que se reunían en nombre del amor por las historias, y el número de librerías –que resistían con vocación de centros culturales– en varias ciudades de Colombia. Todo indicaba que el voz a voz, que suele ser el secreto del éxito, no solo se estaba multiplicando por las plataformas de estos días, sino que estaba devolviéndole al acto de la lectura su carácter de liberación y de consuelo.
El estudio ‘Hábitos de lectura, asistencia a bibliotecas y compra de libros 2023’, llevado a cabo por la Cámara Colombiana del Libro e Invamer, prueba que el crecimiento de la lectura en nuestro país no es un anhelo ni una sospecha, sino una realidad. Los lectores colombianos, o sea los ciudadanos que se definen a sí mismos, en la encuesta hecha a 1.536 personas, como mujeres y hombres que leen, han pasado de leer 5,41 a leer 6,91 libros al año. En la presentación de la investigación, el presidente de la Cámara del Libro, Emiro Aristizábal, hizo notar que el 45 por ciento de los encuestados está leyendo más desde los días de la pandemia y que el 62 por ciento lo hace por placer.
No son datos menores en tiempos en los que cada vez se insiste más en el cuidado de la salud mental. No son cifras desdeñables en estos días de reels y de series recomendadas a diestra y siniestra en los que los lectores tienen la tarea extra de separar las noticias falsas de las noticias verdaderas.
Que la gente esté leyendo más y que los lectores insistan en su amor por la lectura es esperanzador. Quien lee piensa el mundo dos veces. Quien lee, decía Hemingway, conoce la verdadera lealtad. Y la reflexión y la tenacidad sirven a la transformación de las culturas.
EDITORIAL