Ya no es el Ministerio sino el Misterio de Cultura. Porque de tanto en tanto toca preguntarse por qué no se ha nombrado un ministro en propiedad seis meses después de la inexplicada salida de la dramaturga Patricia Ariza. La velocidad con la que la ministra de Minas fue reemplazada, por ejemplo, contrasta con el empeño de conservar al músico Jorge Ignacio Zorro Sánchez como encargado del hoy llamado Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes de Colombia.
¿Por qué, en un país lleno de eficientes gestores culturales, no ha sido posible conseguir a alguien que asuma la cartera definitivamente? ¿Por qué el señor Zorro no toma la titularidad?
Nadie responde esas dos preguntas tan simples. Se le hacen al aire y un par de días luego desaparecen. Y entonces empieza el ciclo otra vez: la desazón del sector, las conjeturas sobre por qué no ha sido posible reemplazar a la maestra Ariza, la incomodidad ante lo displicente que es dejar a todo un gremio sin interlocutor en el Gobierno. Se dan nuevas cartas de artistas, gestores culturales e intelectuales, escritas de buena fe y con la autoridad que da haber apoyado en las elecciones el programa del presidente Petro, y nadie responde en la otra orilla esos llamados a la seriedad y al compromiso con el asunto.
Ha sido insólita esta incertidumbre en los seis meses pasados. Se le ha hecho notar al gobierno actual, de todas las maneras y en todos los tonos, la importancia que tienen las artes y los saberes, las culturas y las maestrías, a la hora de emprender la transformación social que conduce a la paz que se ha propuesto. Se ha recordado hasta el cansancio que si un grupo ha denunciado la guerra, llamado a la convivencia y respaldado las salidas negociadas de los conflictos, ese ha sido el colectivo que ha puesto en escena estas culturas. Y no tiene sentido ni presentación dejarlo hablando solo.
EDITORIAL