La aparición, en Bogotá, de diez cuerpos en bolsas de basura con signos de tortura en lo que va de abril no puede quedar como una estadística más. Son demasiados casos que revelan un nivel de sevicia sin precedentes en la ciudad y en un lapso muy corto, apenas 20 días. Es inevitable no remitirse a escenas similares vistas en ciudades mexicanas, donde homicidios cometidos de esta manera son frecuentes en el marco de disputas entre bandas.
El fenómeno, brutal y atroz, tiene que generar rechazo de la ciudadanía y una respuesta contundente de las autoridades que permita tener pronto un parte de tranquilidad. Por nada del mundo, reiteramos, puede pasar a ser algo que se convierta en noticia frecuente mirada con resignación.
Lo primero es asumir este fenómeno como indicador del tamaño y de la capacidad de ejercer violencia de las organizaciones que hoy dominan el crimen organizado en la ciudad. Queda claro que estamos ante estructuras criminales poderosas que se disputan mercados que aseguran cuantiosas ganancias.
El riesgo aquí es quedarse en la comodidad de los ajustes de cuentas como explicación. De ser así, tal realidad obliga entonces a las autoridades a emplearse a fondo para entender por qué se están produciendo estas retaliaciones y detenerlas. Para ello urge confirmar si se trata de un reacomodo de fuerzas en el ámbito de la ilegalidad y, en todo caso, reiteramos, actuar con eficacia y contundencia, para desvertebrar todas las organizaciones criminales envueltas en esta sangrienta disputa.
No se puede descuidar ningún frente: al tiempo que se emprenden acciones contra delitos en aumento que son azote de la gente como el hurto simple, se tiene que lograr el desmantelamiento de estas poderosas organizaciones como prioridad. Y enviar un mensaje como sociedad de que tal nivel de sevicia, de desprecio por la dignidad humana no tiene ni tendrá jamás cabida.
EDITORIAL