El Planetario de Bogotá lo ha sido todo: punto de encuentro, comienzo de historias de amor, cinemateca, escenario teatral para obras experimentales, galería de arte contemporáneo, pero ha sido principalmente, por supuesto, un bello lugar para recordar que –más allá de las culturas y de los capítulos de la historia que hemos tenido que vivir– estamos parados en el universo. Es una de las mejores noticias de estos años que, luego de una renovación de sus equipos de proyección, pueda considerarse el más avanzado de América Latina. Como dijo Catalina Valencia, directora de Idartes, la posibilidad de verlo todo con el nuevo sistema de láser es la oportunidad de “conocer en detalle los paisajes de los cuerpos más extraordinarios del sistema solar”.
El Planetario fue presentado a la ciudadanía en medio de aquella carrera espacial, el 22 de diciembre de 1969, que terminó con la llegada de la especie humana a la Luna. En los últimos años ha sido remodelado un par de veces, como otro ejemplo de que en la ciudad sí puede construirse sobre lo construido, con el propósito de afianzar su vocación tanto de museo como de centro cultural. El Planetario es el viejo teatro de estrellas que visitan los colegios, el café en el que debaten los estudiantes y la biblioteca para los investigadores del espacio, pero en especial es, a la hora de la verdad, un lugar de reunión para las familias.
Si algo demuestra que se trata de un sitio en el que se unen la ciencia, la historia y el arte, ello es la serie de proyecciones con música de intérpretes populares, como David Bowie, Coldplay o Michael Jackson, que han estado llevándose a cabo en estas semanas. Siempre, desde que se inauguró hasta hoy, el Planetario ha sido uno de los grandes orgullos de los bogotanos: una especie de monumento a lo que se ha hecho bien acá. Y la noticia de que sigue renovando sus instalaciones, y perfeccionando sus equipos y reavivando sus exhibiciones, es la noticia de que Bogotá sí sabe ser mejor.
EDITORIAL