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Humberto de la Calle: 'No estoy totalmente a gusto en el Congreso'
El senador hace un balance de la legislatura y habla sobre el gobierno de Gustavo Petro.
Humberto de la Calle, senador de la República Foto: Prensa Humberto de la Calle
En entrevista con EL TIEMPO, el senador Humberto de la Calle aseguró que no está totalmente a gusto en su primera experiencia como congresista. "No es la etapa más fértil de mi vida ni la que más placer me haya producido".
Hace, además, un balance agridulce de lo que fue para el gobierno del presidente Gustavo Petro la legislatura que terminó el 20 de junio y considera necesario que el mandatario revele cuál será su estrategia para después del 20 de julio, en la nueva legislatura.
Y confía en que "que, transcurridas esas elecciones, las aguas puedan regresar a un nivel mucho más pacífico", a propósito del radicalismo que se ha venido incrementando por parte del mandatario y también de la oposición.
Humberto de la Calle, senador. Foto:@DeLaCalleHum
¿Cómo analiza este año legislativo que terminó, el cual que fue su primer año como congresista?
Desde la perspectiva del Gobierno, el resultado es intermedio. No logró lo que pretendía, pero obtuvo algunos éxitos. Un elemento clave fue la reforma tributaria. Esa reforma brinda capacidad al Gobierno y al Estado para ser más eficiente en una política de equidad. En cuanto al Plan de Desarrollo es variopinto. Tiene cosas interesantes y otras no, pero es una hoja de ruta razonable en un proceso de modernización del país. Está la prórroga de la Ley de orden público –sujeta a discusión muy seria en la Corte Constitucional–, que es un instrumento útil.
Lo malo han sido, por un lado, la discusión de la reforma de la salud, que no solo está en dificultades en la Cámara sino que está muy centrada en el elemento esencial, que es la idea de que ese es un servicio que debe de ser asumido casi que exclusivamente por el Estado. Esa es la pepa de la discusión. Es el modelo de salud. Ahí el Gobierno ha sido extraordinariamente terco, quiere imponer esa idea.
Pero se ha matizado un poco el proyecto, que en principio fue tildado de radical, así como la anterior ministra Corcho...
Los cambios que se han venido gestando, incluso con el nuevo ministro de Salud, son periféricos, más bien de maquillaje. La nuez de la discusión sigue vigente. El Gobierno choca con la evidencia. Con todas las dificultades del sistema de salud, sin embargo es un sistema apreciado por la generalidad de los colombianos. Hay zonas desprotegidas y en eso tiene razón el Gobierno, pero lograr la protección de los famosos 600 municipios de los que habla el Gobierno no exige, necesariamente, destruir una construcción con asocio del sector privado que ha sido útil y ha mejorado la situación de salud desde la expedición de las normas correspondientes en el año de 1993.
El senador participó en la presentación del libro del senador Ariel Ávila. Foto:Twitter: @DeLaCalleHum
¿Y la reforma laboral?
Creo que hay reivindicaciones para los trabajadores que son válidas. Ejemplo, lo que se perdió en materia de horas extras y de pago de dominicales creo que hay que restablecerlos. Naturalmente, dejando algunas excepciones. Tengo, en cambio, reticencias con esa ley en la parte de derecho colectivo del trabajo. Me parece que facilita demasiado la votación de las huelgas y dificulta demasiado dar por terminadas las huelgas. Creo que eso les da un importante poder a los sindicatos, pero puede generar perturbaciones complejas. Lo que me parece es que la ley es insuficiente por dos razones que han dicho otros y no son originales: por un lado, deja intacto el problema de la informalidad y, al contrario, genera incentivos para la informalidad. Y, en segundo lugar, no reconoce las nuevas modalidades de trabajo, sobre todo en jóvenes, los llamados millennials, que realmente no quieren estar atados a un patrono. Eso exige una noción mucho más flexible del contrato de trabajo y creo que ahí hay un error.
Pensaría que es la reforma que puede tener éxito más rápido porque allí la discusión se concentra básicamente en dos puntos: si el límite de los tres salarios mínimos es demasiado alto –hay quienes proponen rebajar a dos mínimos– y el tema de cómo la caja que le aparecerá a Colpensiones que se constituya verdaderamente en un fondo de ahorro y que no sea materia de lapidación populista.
Debate de la paz total en el Senado Foto:Prensa Roy Barreras
Para resumir su balance legislativo...
Es mitad y mitad, el Gobierno logra éxitos pero tiene enormes dificultades en estos terrenos.
¿Y por qué se dan estas dificultades? ¿Es culpa del fin de la coalición o las reformas no son lo que realmente el pueblo colombiano, representado en sus congresistas, quiere?
Creo que incidieron ambos ingredientes. Naturalmente, el fin de la coalición generó un choque en el Congreso, un momento de marasmo, de quietud, de dificultades en los trámites producto de la recomposición del Gobierno tras la ruptura de la coalición. Pero también hay muchos congresistas que tienen ideas para corregir lo que consideran que es equivocado de los proyectos de reforma.
Por ejemplo...
En materia de salud hay una cantidad de congresistas que piensan, como pienso yo, que ese paso de la ultraestatización es equivocado y, por lo tanto, ejercen su derecho de crítica. Hay algunas dudas en la ley de sometimiento, que fue otra de las que quedó atascada. Yo miro esa ley también con una lupa. Creo que hay que mirar punto por punto con cuidado. Luego, hay genuina oposición. Aquí lo triste, y me parece que es el mensaje principal, es que la retórica excluyente del Gobierno, en particular del presidente Petro, lo que ha hecho es una especie de contrapolítica.
Sesiones extraordinarias en el Senado. Foto:Néstor Gómez. EL TIEMPO
¿A qué se refiere?
Es una política para ganar enemigos. Todo el que piense distinto, y que piense distinto de buena fe y con un criterio práctico de examinar las reformas, pasa por neoliberal, lo fachista o, sencillamente, son personas, dice el Presidente, manipuladas por intereses de la oligarquía o intereses oscuros. Así, la discusión política es muy difícil. Lo que ha generado, además, una situación que yo considero esquizofrénica. Me refiero a la noción de esquizofrenia que es como la doble personalidad. En el balconazo, el Presidente fustiga a todos, incluida a la clase media, lo cual, francamente, es asombroso. Mientras que el presidente del Senado, Alexánder López, y el ministro del Interior, Luis Fernando Velasco, llaman al pacto nacional. ¿Cómo se va a construir un pacto cuando el entorno político está marcado por tanto fanatismo?
¿Cree que este tipo de contradicciones desdibuja las figuras de Velasco y del presidente del Congreso?
Sí. Pero la desdibuja no solo por la hiperactividad del Presidente, que es legítima. Los presidentes tienen el derecho a defender sus ideas. Pero hay doble discurso. Uno no sabe a qué atenerse. El Presidente fustiga y descalifica cada vez más sectores de la sociedad. Es decir, cada vez tiende a achicar su escenario político. Es algo difícil de comprender.
Es como si estuviera destinado a crear una minoría y no una mayoría. Pero el lenguaje de estos otros personajes es de apertura, de pacto nacional. ¿A qué nos atenemos? ¿Dónde está el verdadero juego del Pacto Histórico? Francamente, a veces pienso que es una especie de combinación de formas de lucha, naturalmente no estoy hablando de cuestiones armadas, para que no se malinterprete, pero es como un doble juego. Uno no sabe si el Presidente lo que está es forzando para tener una mejor posición negociadora el 20 de julio o si realmente lo que dice es lo que piensa, en el sentido en que derrumba el sistema político, el capitalismo, entre otros, y que su lenguaje radical es genuino.
El presidente Gustavo Petro acompañado de del Gobierno Nacional durante su discurso en las marchas. Foto:Mauricio Moreno / EL TIEMPO
¿Cómo salimos de esto? Que las reformas, si es la voluntad del Congreso, sean aprobadas en consenso, de la polarización, de la crisis política...
Como el diagnóstico es confuso, como no sabemos cuál es el verdadero juego, uno no sabe realmente a qué atenerse. Habrá que esperar. Pensaría que el 20 de julio vamos a descubrir las cartas todos los protagonistas.
¿Cómo sería?
Pero, por ahora, es lo obvio. Tienen que bajarle a esa retórica agresiva todos los sectores políticos porque los opositores también están utilizando, francamente, un lenguaje inaceptable. Creo que contribuye mucho a eso la existencia de cuentas anónimas. Si no existieran cuentas anónimas y cada quien responde por lo que dice, sería un primer paso para bajar ese nivel de confrontación. Lo segundo, habría que establecer unos mecanismos de diálogos entre Gobierno y oposición muy serios, muy reflexivos, sobre las reformas. Pero eso exige que el Presidente reconozca que hay oposición legítima. Mientras siga descalificando a quienes nos oponemos a algunas cosas y maltratando a los opositores, la base de ese diálogo va a ser imposible. Tercero, creo que hay que respetar la institucionalidad.
Francisco Barbosa y Gustavo Petro. Foto:Fiscalía y Presidencia
Petro no ha agredido aún seriamente el sistema jurídico, constitucional, pero el discurso sí es bastante despectivo y hasta agresivo, por ejemplo, con el Congreso. El Congreso es una institución muy desprestigiada, pero finalmente es una institución. Pienso si el Congreso tendría que elevar su voz con espíritu de cuerpo. Incluso, todo el Congreso como tal exigir respeto porque lo que no puede ocurrir es que se diga que si no aprueba una u otra ley, pues sencillamente está condenado a las tinieblas exteriores. Y para decirlo de manera más breve, una cosa sencilla y obvia: hay que hacer es cumplir realmente la Constitución y establecer mecanismos de diálogo a los cuales yo creo que todos deberían acudir de buena fe con el ánimo de acertar.
¿El Presidente va a seguir radicalizándose?
El problema es que realmente no tenemos el diagnóstico real de cuál es el juego del Presidente. Si lo que está haciendo es lo que se llama bluff en la póker para ganar terreno o si realmente la ruta del balconazo es la ruta que él prevé para Colombia. Eso no es posible resolverlo ahora. Por eso, lo importante es que funcionen los controles. Tanto el Congreso como las Cortes tienen un papel que jugar para evitar desbordamientos. Pero insisto en que la dificultad se agrava por el doble discurso. Lo primero para el 20 de julio es aclarar, cada quién, cuál es su hoja de ruta y los colombianos veremos el camino a seguir.
Y todo está sucediendo previo a las regionales...
Es un elemento que no hay que olvidar, porque no es un elemento menor. Confío en que, transcurridas esas elecciones, las aguas puedan regresar a un nivel mucho más pacífico.
¿El Presidente les está metiendo presión de calle al Congreso y a las Cortes para aprobar las reformas?
Las movilizaciones son legítimas en democracia y las últimas, tanto del Gobierno como de la oposición, han sido pacíficas. Eso me parece que es un éxito para Colombia. Pero, naturalmente, dentro de unos límites de discusión democrática porque cuando el discurso, incluso de elementos de ambos bandos, es amenazador e intimidante, allí empieza uno a temer por la suerte de las instituciones. Voy a poner un ejemplo, que es bastante impopular, pero no resisto la tentación de hacerlo. Yo respeto las guardias indígenas, me parece que hay una organización y puede haber una discusión sobre eso, pero esa presencia de las guardias indígenas en las escalinatas del Congreso con sus bordones, que se dicen que son solo simbólicos, con la cara cubierta, a mí no me parece propiamente que sea un gesto de buena voluntad. Genera un marco de intimidación al Congreso y a la sociedad. Ese tipo de simbolismos pesa mucho en el ejercicio democrático.
Usted es primíparo en el Congreso, ¿cómo se sintió en su primera experiencia como senador de la República?
Es una experiencia variopinta. Creo que el Congreso es un escenario que es importante, así esté desprestigiado. He encontrado que se trabaja mucho más de lo que la gente cree. En eso creo que hay una ficción. Al contrario, uno a veces se siente agobiado por la cantidad de asuntos en los que tiene que meditar. Pero, en mi caso personal, por razón, quizás de temperamento, no estoy totalmente a gusto. Estoy cumpliendo una tarea. Tengo un compromiso con quienes votaron por mí y voy a cumplir ese compromiso hasta donde sea posible, pero tengo que decir que no es la etapa más fértil de mi vida ni la que más placer me haya producido.
Senador, para terminar, se comenta que lo buscaron para que fuera presidente del Congreso en la legislatura que se inicia. ¿Es cierto?
Sí. Algunos congresistas relativamente importantes plantearon eso, pero lo rechacé de plano y lo seguiré rechazando. No creo que mi presencia como presidente del Congreso sea ni de utilidad ni una posibilidad dentro de mis capacidades y mis habilidades. Creo que sería una pésima idea y, más allá de que sea buena, regular o mala, no estoy interesado y lo digo de plano y categóricamente.