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La colombiana que sobrevivió a las explosiones en Beirut

Juliana Moreno y Nicholas Bodanac estuvieron a un kilómetro de la explosión. Esta es su historia.

Juliana Moreno y Nicholas Magnus

Juliana Moreno y Nicholas Magnus Foto: Cortesía

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Todos los días Juliana Moreno espera que sean las 6:00 de la tarde para hablar por videollamada con sus padres que viven en Bogotá, y su hermana que vive en Boston, Estados Unidos. Y así ocurrió el martes 4 de agosto.
Tan pronto terminó de trabajar, llamó a sus padres y, como cualquier otro día, les contó sus confidencias del día: que había trabajado y almorzado con una amiga.
Tan solo habían pasado diez minutos cuando Juliana sintió que la tierra se movió, se puso de pie y sintió un temblor más fuerte. Tras ello, escuchó un sonido devastador. El pelo se le vino a la cara, se cayó la señal y se cortó la llamada con su familia. “Fue como si un carro bomba explotara frente a mi casa”, le cuenta a EL TIEMPO.
El ventanal del apartamento, que tiene un balcón que con vista a la calle, explotó. Los vidrios salieron como proyectiles y pasaron por toda la sala. Ella y su esposo estaban a solo un kilómetro y medio del epicentro de las explosiones.
Nosotros vivimos en una parte de Beirut donde viven muchos extranjeros. Entonces lo primero que pensé fue que estaban atacando a los extranjeros y debía ser Israel, porque había muchas amenazas y se ha escuchado que han visto jets israelíes cruzando espacio aéreo libanés. Entonces yo pensé que estaban bombardeándonos”, dice Juliana.
En cuestión de segundos pensó otra hipótesis: que querían bombardear a los niños de un colegio francés que hay en su misma calle.
Su esposo estaba en una llamada laboral, la atendía desde el sofá, que queda en el ventanal más grande del apartamento. Pero justo en ese momento se fue al comedor y ahí llegó la explosión. “Si no es por esa llamada ese hombre estaría lleno de vidrios o no estaría contando el cuento”, dice su esposa.
Si no es por esa llamada ese hombre estaría lleno de vidrios o no estaría contando el cuento
Nicholas Bodanac, a quien no le impactó ningún vidrio, salió fue corriendo a la habitación a buscarla y le dijo: “nos vamos de este país”. Su perro de cinco meses, salió volando de la sala a la cocina, luego se fue caminando a la habitación, sin ladrar, también estaba en ‘shock’. Juliana abrazó al cachorro y se metió con él al baño. Su esposo le dijo que no saliera hasta que él le avisara.
“Llamé de nuevo a mis papás y ellos me dijeron: ¡Se te cortó! Y yo les dije: “¡No, fue una bomba! Mi papá, que es un coronel retirado me decía: tranquila, y me decía que exhalara. Ellos empezaron a buscar noticias y no encontraron nada”.
En ese momento Juliana recibió una llamada de un amigo que le dijo que su esposa estaba herida, la amiga con la que horas antes había almorzado.
Ella llegó a la casa de la pareja “con el brazo rebanado. Se veía que se le caían las capas de piel”. Su apartamento había desaparecido, sobrevivió de milagro. “Mientras ella se tenía la mano para cerrarse la herida yo le hacía pañitos de agua, pero yo no sabía dónde tocarla porque la cabeza también la tenía abierta. Se la llevaron a un hospital pero no la operaron ese día, ni el siguiente, porque había casos de personas mutiladas”.
A los pocos minutos los aron de las empresas en las que trabajan y a la media hora los evacuaron. Salieron con maletas, pasaporte, plata y el perro para un apartahotel que queda a 20 minutos de su residencia.
Esa noche fue difícil para ambos. “La primera noche sentí que era como un sueño, como una pesadilla”, cuenta Juliana.
Así quedó el apartamento de la pareja.

Así quedó el apartamento de la pareja. Foto:Cortesía

Al día siguiente, con miedo de que alguien pudiera asaltar su casa, pues la crisis económica que vive este país ha llevado a que ocurran este tipo de casos, decidieron regresar.
La arreglaron, barrieron, pusieron un plástico transparente en el espacio del ventanal y recogieron los vidrios. En esa labor le cayó un vidrio a Nicholas en la pierna derecha. A pesar de que era profunda, prefirió no ir al hospital pues no dan abasto con los heridos y los casos de coronavirus. Aunque sangró durante 24 horas, se está recuperando sin puntos.
“El segundo día cogimos una escoba, una pala, y salimos a la calle a ayudar porque la cosa era desastrosa. También entramos a un hospital que queda en uno de los barrios más afectados”.
Pero todos no corrieron con la misma suerte de esta pareja, en esa explosión, que generó un cráter de 43 metros de profundidad, devastó barrios enteros dejando a más de 300.000 personas sin hogar y causó más de 150 muertos, 6.000 heridos y decenas de desaparecidos.
Una de las afectadas fue una amiga de ella, también colombiana. “Acá hay una colombiana, que es la única que yo conozco acá, esposa de un libanés, que tenía un café en la calle Armenia, a dos cuadras del puerto, y el café desapareció. Ella justo se había ido a Colombia en un vuelo humanitario porque tenía que ir a ver a su mamá por el coronavirus, y su esposo estaba en Turquía por cuestiones de trabajo. Ese café siempre estaba lleno de extranjeros y yo me pasaba las tardes allá pero ese día estaba cerrado”.
Cuando ella vio que esta explosión había llegado al puerto se comunicó con su amiga y le preguntó si quería que fuera al hotel. “Y ella me dijo: ni vayas porque el café desapareció, Mi casa también desapareció y mi tía salió volando y no la encontraba entonces seguramente está muerta”.
Luego de seis días esta pareja volvió a su hogar. Y aunque en su apartamento hubo pocos daños, el barrio ya no es igual: se escuchan vidrios en el suelo y personas esperando que recojan los vidrios en sus casas.
Al despertar, aún Juliana al escuchar tanta paz siente que en cualquier momento algo va a explotar, siente la incertidumbre de que algo puede ocurrir. Por ello, ya tienen citas para ir al sicólogo y hablar de su estrés postraumático.
Ella todavía duda que esa explosión, que ya causó la salida del primer ministro y Hassan Diab y la de su gabinete, haya sido por la detonación de 2.750 toneladas de nitrato de amonio que había sido almacenado sin las condiciones adecuadas en el puerto. Su experiencia, escuchando desde pequeña los aviones de la base militar de Tolemaida, ubicada en el Tolima, la hacen pensar que sí se trató de un ataque de Israel.
Por eso, pensando en una posible respuesta de Líbano, aún están evaluando si regresan a Turquía o se van a Jordania.

Su llegada a Líbano

Luego de que Juliana Moreno, bogotana de 28 años, realizara sus prácticas en la embajada de Colombia en Washington y se graduara como comunicadora social y periodista, retornó al país sabiendo que quería viajar por el mundo.
Trabajó en el Ministerio de Defensa en el área de comunicaciones durante dos años. Apasionada por los temas de defensa, se preparó como corresponsal de guerra con el objetivo de irse a Kabul, Afganistán.
Pero Nicholas llegó a su vida en ese momento. Él, oriundo de Australia, llegó al país por asuntos de trabajo. Se conocieron, se enamoraron y el 23 de noviembre de 2018 se casaron.
Se fueron a Estambul, Turquía. Juliana trabajó con el PNUD, en la oficina Regional de euroasia y su esposo en Mercy Corps.
Sin embargo, el trabajo del australiano se enfocaba en asuntos de Siria, por ello, se mudaron al Líbano, en febrero de este año, ya que está cerca. Al poco tiempo, Juliana ingresó a laborar en una ONG sa.
LUISA MERCADO
REDACCIÓN POLÍTICA
Twitter: @LuisaMercadoD
Instagram: @luisamercado1
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