La ciudadanía del mundo se enfrenta a una pandemia sin precedentes que ha obligado a las autoridades en salud y a los Gobiernos de turno a hacerle frente con estrategias informativas para incentivar la prevención. Sin embargo, el mal uso de las herramientas de difusión masiva, como las redes sociales, ha contribuido a generar miedo y desconfianza entre los ciudadanos.
Las medidas de aislamiento en una sociedad tan activa y en movimiento constante como la actual, podría llevar a la aparición de estrés, ansiedad, angustia, insomnio y depresión, entre otros.
El crecimiento exponencial del número de personas con resultado positivo para el nuevo coronavirus, la información constante de los resultados fatales en personas adultas o con antecedentes de tratamientos médicos, la lectura ciudadana de las medidas cada vez más severas que se implementan en el mundo, la cancelación de eventos cercanos a los ciudadanos y el alto riesgo de contagio, llevan a la aparición del miedo, una emoción muy poderosa que podría generar diferentes reacciones emocionales, distorsiones cognitivas y hasta respuesta conductuales inadecuadas.
Pero en la vida cotidiana también es posible evidenciar comportamientos y actitudes derivadas del miedo de los ciudadanos: en los sistemas de transporte, las personas han mostrado su rechazo a quienes han sido considerados como portadores del virus, ya fuera porque tosieran o simplemente porque llevaban un tapabocas; este último caso, cuando se usa sin tener alguna sintomatología gripal o porque el portador lo utiliza como medida preventiva de contagio.
De tal manera, el rechazo social se da como producto del miedo que genera lo desconocido, aquello de lo cual nos llega información por diferentes medios (fatal y real), aquello que ha cobrado la vida de miles de personas en el mundo y que tiene preocupados a los Gobiernos.
La ciudadanía no entiende que la dimensión de las medidas se debe a la naturaleza viral y de fácil contagio que puede llevar a que un gran número de ciudadanos contraiga el covid-19 y por ende se desborde el sistema de salud y su capacidad de respuesta; se valoran las medidas desde el miedo, pensando que todos o una gran proporción de la población morirá, que si no es por el virus, durante las medidas de aislamiento se desabastecerán los centros de acopio de alimento y no habrá qué comer, lo cual ha derivado en el sobreaprovisionamiento de víveres por parte de los ciudadanos, e incluso en hechos vandálicos y saqueo de centros de acopio, como sucedió en Riohacha, La Guajira.
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