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‘Hablar del suicidio es fundamental para compartir el dolor’

El filósofo y científico austríaco Thomas Macho considera que hay que desestigmatizar el suicidio.

En Colombia, más hombres que mujeres se suicidan al año.

En Colombia, más hombres que mujeres se suicidan al año. Foto: iStock

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Durante muchos siglos, el suicidio se consideró un pecado mortal o el indicio de una enfermedad mental. Esta visión cambió durante el siglo XX, cuando surge una nueva cultura del morir.
Durante su carrera, el filósofo y científico Thomas Macho (Viena, 1952) se ha especializado precisamente en el estudio del culto a los muertos, la concepción del tiempo por parte del ser humano y, también, el suicidio. Su último libro, Arrebatar la vida. El suicidio en la modernidad (Herder), causó sensación y debate en Europa. Sus páginas ponían sobre la mesa (de nuevo) dos cuestiones que siguen siendo tabú en nuestro tiempo: el suicidio y la eutanasia.
Hoy en día, el suicidio se entiende cada vez más como un derecho humano, ya no como un crimen, un pecado grave o solo un efecto de la enfermedad mental
Subraya que el suicidio sigue siendo un tabú para las sociedades. ¿Por qué es necesario hablar del suicidio y de la eutanasia en la actualidad?
La cuestión del suicidio es un leitmotiv de la modernidad. La secularización, la ilustración y la alfabetización han favorecido procesos de despenalización, desmoralización y, más recientemente, despatologización del suicidio. Hoy en día, el suicidio se entiende cada vez más como un derecho humano, ya no como un crimen, un pecado grave o solo un efecto de la enfermedad mental. En la actualidad, es un tabú porque todavía resulta difícil hablar de ello, pero podemos —es más, debemos— aprender a hablar sobre él, por un lado, para compartir el dolor y, por otro, para poder hacer nuestros propios arreglos. Las razones para el suicidio son muchas, pero, ciertamente, el envejecimiento de las sociedades ricas del llamado primer mundo juega un papel significativo: la esperanza de vida ha aumentado enormemente desde hace casi cien años y no estamos acostumbrados a, quizá, pasar décadas jubilados, a veces solos. Un motivo plausible que surge de esta situación es, simplemente, la soledad.
¿Y los organismos gubernamentales son transparentes con el asunto?
Se ha ampliado el seguimiento de los suicidios. En muchos de los Estados más ricos se financian instalaciones para la prevención del suicidio y la intervención en crisis; se difunden pautas de cobertura en los medios de comunicación y los lugares destacados de suicidio (los puentes, por ejemplo) están equipados con señales de advertencia. Por supuesto, todavía es necesario actuar en ciertos contextos, como en los albergues para refugiados o en las cárceles.
¿Está al alcance de los poderes públicos frenar este problema?
Las posibles causas del aumento de las cifras de suicidios como, por ejemplo, formas de desigualdad social, sin duda pueden ser abordadas por las autoridades. Sin embargo, aún no se dispone de cifras de suicidios más recientes que puedan documentar la influencia de la pandemia por coronavirus o las medidas de las cuarentenas, sin ir más lejos.
Hoy las cifras de suicidios son significativamente más altas que las de muertes por guerra y violencia. Sin embargo, no hablaría de una pandemia
León Tolstói advirtió a finales del siglo XIX, en su ensayo El reino de Dios está en vosotros, que en Europa Occidental se producían alrededor de 60.000 suicidios anuales. Sin embargo, es a partir de 1948 cuando comienza a tomarse en serio este problema social. Hoy los suicidios y los problemas de salud mental parecen aumentar...
Precisamente, en ese ensayo, Tolstói escribió: “La gente se asombra de que cada año haya 60.000 casos de suicidio en Europa, y esos son solo los casos reconocidos y registrados, excluyendo Rusia y Turquía; pero más bien debería sorprenderse de que sean tan pocos”. Y relaciona esta cifra con su argumento contra la guerra. A juzgar por la cantidad de publicaciones en el siglo XIX, no se puede decir que el suicidio no se tomara en serio. Sin embargo, no fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial cuando se establecieron instituciones de prevención del suicidio e intervención en crisis. Hoy las cifras de suicidios son significativamente más altas que las cifras de muertes por guerra y violencia. Sin embargo, no hablaría de una pandemia: las pandemias las desencadenan los patógenos y los suicidios en su mayoría no son contagiosos, como ya señaló Émile Durkheim.
El suicidio, inevitablemente, lleva a hablar de la ética que encierra este acto y las motivaciones que lo han producido. ¿Cuál es el papel que la religión, o su ausencia, posee a la hora de propagar o reducir el suicidio?
Sabemos muy poco sobre las cifras concretas de suicidio en tiempos premodernos. La Ilustración y la secularización contribuyeron a una mayor conciencia sobre los suicidios y a un mayor respeto por esta última decisión de las personas. Para Tolstói, los suicidios dependían de la creencia colectiva en Dios. Pero incluso él sabía de los suicidios implícitos que se cometían en forma de guerras, demasiado a menudo en nombre de Dios.
En culturas orientales como la japonesa, en las que hay un destacado problema social con el suicidio, ha existido desde siempre como una forma de muerte con honor. ¿La percepción como un problema es más de índole cultural o moral?
La moralidad es un elemento de las culturas y solo hay unos pocos principios morales a los que se les puede atribuir validez transcultural, por así decirlo. Por ejemplo, la regla de oro. En su libro El código de honor, publicado en el año 2010, el filósofo anglo-ghanés Kwame Anthony Appiah argumenta que las revoluciones morales se desencadenan más a menudo por una moralidad de honor y vergüenza que por una moralidad de culpa.
Freud señalaba a principios del siglo XX la carencia moral del suicidio. Decía que “no se debe olvidar que el suicidio no es sino una salida, una acción, un desenlace de conflictos psíquicos, y lo que corresponde explicar es el carácter del acto y de qué modo el suicida pone fin a la resistencia contra el acto suicida”. ¿Qué explica el carácter y el modo del individuo que decide suicidarse?
No puedo compartir la opinión de que Sigmund Freud rechazó el suicidio por motivos morales. Él mismo eligió el suicidio durante su exilio en Londres ante el dolor severo y atroz de su cáncer y se sabe que su médico y amigo Max Schur ayudó activamente en su muerte. Freud desarrolló su teoría de la pulsión de muerte a partir de 1920, el esfuerzo interno que busca el cese de las tensiones del organismo acaecidas en la vida, a través de los impulsos de autodestrucción y agresión, una teoría controvertida dentro de la comunidad psicoanalítica. Pero Karl Menninger, por ejemplo, en su libro El hombre contra sí mismo (1938) presentó y discutió su validez con amplia evidencia. La decisión de suicidarse no puede atribuirse a rasgos individuales. La variedad de posibles contextos y motivos son siempre relevantes.
El derecho a morir dignamente no es sinónimo de eutanasia, sino que existen varios mecanismos.

El derecho a morir dignamente no es sinónimo de eutanasia, sino que existen varios mecanismos. Foto:iStock

En su libro también se sumerge en la voluntad de morir. ¿Qué piensa de las reglamentaciones sobre el tema?
Siempre he apoyado y saludado las iniciativas y decisiones más recientes para liberalizar la eutanasia. Esta posición es compartida, por cierto, por la mayoría de la población. Aunque todavía se están discutiendo las regulaciones del marco legal para garantizar la protección contra posibles abusos.
Existe un temor al contagio del suicidio desde la publicación de la obra de Goethe Las penas del joven Werther. ¿Por qué se dice que nos atrae el acto ajeno, especialmente el de este calibre?
El debate sobre el efecto Werther y, más recientemente, su contrapartida positiva, el efecto Papageno, continúa. Sin embargo, estudios recientes enfatizan que los suicidios de imitación basados en modelos ficticios (novelas, películas, videojuegos) son raros, tal vez en contraste con el posible efecto de modelo de los suicidios de celebridades. Por lo tanto, se puede afirmar que la gente distingue claramente entre ficción y realidad.
En el suicidio, ¿juegan un papel fundamental las características actuales del sistema económico?
La suposición de que el capitalismo tardío, con su estimulación de la competencia, la rivalidad y el creciente temor al fracaso, puede contribuir al aumento del número de suicidios es plausible. No obstante, no podría hablar de que tenga un papel clave.

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DAVID LORENZO CARDIEL
ETHIC*
(*) Ethic es un ecosistema de conocimiento para el cambio desde el que se analizan las últimas tendencias globales a través de una apuesta por la calidad informativa y bajo una premisa editorial irrenunciable: el progreso sin humanismo no es realmente progreso.

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